Thursday, November 05, 2009

Capacidad y voluntad

Observando fotos actuales de Dubai, me resulta difícil pensar que se trata de una realidad y no de imágenes de una ciudad futurista de un cuento de ciencia ficción. Es impresionante lo que el hombre moderno ha logrado con su ingenio, con su creatividad y con el deseo de materializar las imágenes que el cerebro humano es capaz de dibujar. En varias páginas de internet se puede apreciar la ciudad antes y después de las enormes inversiones de capital en megaestructuras, que son dignas de admiración y respeto. Sin duda el hombre es capaz de realizar lo inimaginable y, por supuesto, disfrutar de esas maravillas turísticas requiere una inversión inimaginable.
Sin embargo, no puedo ocultar mi asombro al revisar las cifras de pobreza en los Emiratos Árabes, ubicadas en 19,5% en el año 2008. Tampoco puedo ocultar la indignación que siento cuando leo las historias de explotación de los trabajadores en la mágica ciudad de Dubai… y sí, Yo soy capitalista y creo en el libre mercado.
Siempre he pensado que cada ser humano es libre de disfrutar del fruto de su trabajo como mejor le parezca y que el Estado es el responsable de auxiliar a las personas que se encuentren en situaciones desfavorables, porque si los ciudadanos pagan impuestos y las empresas pagan salarios justos, los individuos no están obligados a interferir en la política social, para eso se elige a un representante al poder Ejecutivo.
El problema viene cuando las políticas económicas y sociales hacen que la brecha entre ricos y pobres crezca a tal punto que los ciudadanos de un país eligen como representante a un encantador de serpientes, que promete acabar con la desigualdad social y destruye a una nación entera, de manera sistemática, pero “democrática”. Ese fue el caso de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, entre otros.
Sin duda el caso Venezuela resulta el más paradójico de todos, por tratarse de un país rico, con una democracia –supuestamente- blindada y con un aparato productivo en desarrollo. Pero la desigualdad social le pasó una altísima factura a la historia y, la que otrora fuera la democracia más sólida de América Latina, actualmente un dictador es capaz de imponer racionamientos de electricidad y asomar la idea de imponer tres minutos para el baño diario y no se generan reacciones de importancia, ni dentro ni fuera del país.
Hoy, que vivo en Colombia, he sido testigo de la indiferencia del ciudadano común ante los problemas sociales de sus compatriotas, como antes lo vi en Venezuela, sólo que ahora conozco la cara de la indiferencia y no quiero verla plasmada en suelo colombiano. La facilidad con la que se puede explotar un discurso de izquierda en Colombia, o en cualquier otro país donde la pobreza y la desigualdad estén gestando la bomba de tiempo que significa el resentimiento social, es un tema que me asusta, porque Yo no quiero ver reproducido el modelo venezolano en ningún otro país del mundo.
Definitivamente el ser humano es capaz de lograr las proezas más impresionantes que podamos imaginar, siempre y cuando la voluntad acompañe el sueño creador. Quizá si fuéramos un poco menos indiferentes con las necesidades de esos extraños, a quienes llamamos “los demás”, hace tiempo se hubiese erradicado la pobreza en el mundo, porque capacidad nos sobra, pero voluntad… ¡cuánta hace falta! Mientras tanto, mientras sigamos eligiendo la indiferencia como el camino a seguir en nuestras vidas, tendremos que lidiar con las repeticiones históricas de las luchas sociales, lideradas por psicópatas que agravan el problema y dejan al mundo más inhumano de lo que lo encontraron.

Adriana Pedroza

carta al tío Nacho, el eterno liberal.

Estoy leyendo, de nuevo, Mi Lucha, de Hitler. No es mi libro de cabecera, por si acaso.

Ocurre que llevo mucho tiempo realmente molesta con la Comunidad Internacional. Siento que hemos sido estafados por ese concepto vacío y fatuo que vive en la ONU, OEA, etc. Básicamente, no hemos aprendido nada de la historia, parece que nadie cree en la idea del Eterno Retorno del que tanto hablaba Nietzsche. Pero Nacho, mi querido tío Nacho... soy venezolana y siento que la historia se repitió, pero ahora en esta esquina del charco.

Te voy a hacer una confesión, a riesgo de padecer de tus intelectualísimas burlas e incluso de tu característico desprecio intelectual, pero Yo siento mucha identificación con algunas de las propuestas de Hitler. Honestamente, de corazón, si puliera el discurso y le quitara el tema judío o le eliminara el obstáculo germánico para el disfrute de los beneficios del III Reich, Yo hubiese sido nazi... Aunque quizá no, porque me hubiese encabronado que un sujeto -quienquiera que sea- me llamara "muchedumbre", como solía llamar Hitler a todos los demás.

Si tú lees los discursos de Hitler y los comparas con los discursos de Chávez, vas a encontrar una analogía escalofriante, vista a la luz del expost, setenta años post Hitler, diez años post Chávez, sin contar los que falten por vivir. Ambos han cumplido todas sus amenazas, ambos fueron subestimados por los grupos de poder nacional e internacional. Nadie les creyó capaces de hacer aquello que decían en lo que parecía ser un simple arranque de verborrea nacionalista.

No fue sino hasta la invasión de Varsovia cuando, a nivel internacional, se tomaron en serio la amenaza que Hitler significaba para la paz mundial. A Chávez todavía no lo consideran una amenaza internacional. Al fin y al cabo, ambos llegaron al poder de manera similar: primero intentaron irrumpir en el poder de forma ilegítima, ambos se declararon culpables y fueron a la cárcel. Luego llegaron al poder democráticamente y, basados en el pretexto de respeto a la soberanía nacional, se cometieron -y se cometen hoy- los más aberrantes atropellos a los derechos humanos ¡Pero la Comunidad Internacional no se quiere meter en esos problemas!

Puedes decirme paranoica, pero Yo no creo que el problema del suministro de electricidad y agua en Venezuela sea "un descuido" del gobierno. Yo creo que eso forma parte del plan, de la estrategia revolucionaria para lanzar una ofensiva militar contra Colombia. Y así como el pueblo alemán aupaba a su líder para que se intensificara la guerra, el pueblo venezolano lo hará cuando llegue el momento, porque se está -o lo están- acostumbrando a vivir en condiciones psicológicas de guerra. Cuando ésta llegue, el efecto emocional será mucho menor. Claro, nadie cree que sea posible, nadie cree que el Ejército venezolano pueda contra el ejército colombiano, pero Chávez no está solo y tiene un plan, pero no nos atrevemos a pensar que tan oscuro pueda ser ese plan.

Si antes te confesé que Yo hubiese sido nazi y que me siento identificada con algunas palabras del Füehrer, es porque siento un intenso terror del manejo de las emociones que logran algunos líderes, como Hitler o como Chávez. Y más que el temor a las emociones, siento pánico del efecto que la frustración acumulada tiene sobre las personas. Vivimos en un mundo cada vez más frustrante y cada vez más egoísta, más indiferente, más negligente. Si bien es cierto que hemos logrado avances importantes para dignificar al ser humano, no menos cierto es que nos hemos olvidado del vecino, del de al lado, del prójimo.

Fíjate, por ejemplo, lo que observo en Colombia. Hace una década, un bogotano no podía hacer un paseo fuera de la ciudad en carro, por temor a ser secuestrado por la guerrilla. Manejar a un pueblo o a una ciudad que quedase a una o dos horas de Bogotá, era un suicidio. Hoy pueden hacerlo con tranquilidad, porque el gobierno de Uribe hizo la tarea, por lo menos en este sentido. Sin embargo, al lograr esta tranquilidad, el bogotano se olvidó del problema subyacente, se olvidó de los afectados por los conflictos armados en el resto del país, se olvidó del hermano, de los problemas de "los otros", porque ya no sufren el conflicto en carne propia. Aquí hay una bomba de tiempo social que puede explotar en cualquier momento y que no se resuelve con la reelección de Uribe.

Igual que Chávez, Hitler acusaba de todos los problemas del país a los medios de comunicación y a los partidos políticos. Para el primero, el problema es que están en manos de la oligarquía, para el segundo, estaban en manos de los judíos. El pueblo, que necesita un culpable, les creyó. Hoy vemos en nuestro país la destrucción sistemática de los partidos políticos y el cierre constante de medios de comunicación. Los enemigos son externos y deben ser atacados, éso es producto de la frustración acumulada durante años, décadas.

La Comunidad Internacional suele intervenir tarde o, como en el caso de Honduras, intervenir mal. ¿Cómo se logra que el mundo comprenda la necesidad de reestructurar la política internacional? ¿Será, quizá, que los pilares fundamentales sobre los que se ha levantado el concepto de democracia y soberanía deben ser repensados?

No sé las respuestas a estas preguntas, quizá quieras compartir conmigo alguna idea. Por lo pronto, quisiera creer que el ciudadano común estará dispuesto a hacer algo para frenar el crecimiento de la semilla de la frustración individual y social en que viven nuestros países. Oportunidad, un respiro, un desahogo, una oportunidad que se le ofrezca a un prójimo para enfrentar un momento de adversidad puede cambiar el curso de la historia ¡Imagínate lo que se podría lograr con la suma de miles de oportunidades que cada uno de nosotros puede brindarle al que tenemos más cerca!

Adriana Pedroza

Thursday, July 30, 2009

La noticia de los cohetes que el gobierno venezolano cediera a la guerrilla colombiana ha desatado, nuevamente, fuertes tensiones bilaterales. Otra vez, como ha sido costumbre, la atención se dirige a la escena internacional, el tema diplomático es el protagonista y los conflictos internos, en Venezuela, pasan a un segundo plano en la agenda nacional e internacional.

En este momento, mientras los ojos del mundo están puestos sobre el conflicto diplomático Colombo Venezolano, existe un Proyecto de Ley especial contra los Delitos Mediáticos que será discutido en la Asamblea Nacional de Venezuela. Como es de suponer, de la propuesta a la aprobación del documento, no pasará mucho tiempo antes de su publicación en Gaceta Oficial; pero de su aprobación a su aplicación variará el factor tiempo en correlación perfecta a los intereses del Gobierno revolucionario, con el objetivo fijo en sembrar pánico en la población e incrementar el proceso psíquico de autocensura en los profesionales de la comunicación y, sobre todo, en la ciudadanía en general.

El artículo quinto de dicha ley reza "Toda persona que divulgue a través de un medio de comunicación social, noticias falsas que ocasionen grave alteración a la tranquilidad pública, pánico en la población, la hubieren mantenido en zozobra, que haya alterado el orden público, que hubieren producido un perjuicio a los intereses del Estado, será castigada con una pena de prisión de dos a cuatro años".

Del texto en cuestión surgen varias preguntas, enmarcadas en la dinámica histórica efectiva de los agentes de la revolución. ¿Qué determina la veracidad o falsedad de una noticia? Si nos remontamos a hechos recientes, el canal de noticias Globovisión tiene un expediente abierto por el manejo que diera a los sucesos acaecidos durante el terremoto que sacudió a Caracas en abril de 2009. Parece ilógico suponer que un medio de comunicación deba ser sancionado por transmitir una noticia sobre un desastre natural; sin embargo, los agentes revolucionarios decidieron que actuaron mal y, por lo tanto, deben ser objeto de sanción. ¿Qué es verdad y qué es mentira? No existe consenso acerca de la tragedia del 11 de abril de 2002. A pesar de la evidencia fílmica de hechos reales que todo el mundo vio a través de la pantalla de un canal de televisión local, existen dos versiones de la realidad, privando –para efectos jurídicos- la versión de quienes ostentan el poder. ¿Quién decide qué es falso en una noticia? El mundo entero vio y escuchó a un general venezolano decir que al presidente de la república se le solicitó la renuncia “la cual aceptó” y, sin embargo, quienes ostentan el poder insisten en la teoría del golpe de estado.

Sería casi redundante preguntarse quién decide cuándo una noticia crea pánico y mantiene en zozobra a la población, porque tendríamos que asumir de entrada que la noticia en cuestión es falsa. No obstante, la línea que dice “que hubieren producido un perjuicio a los intereses del Estado” es sumamente preocupante. Partiendo del punto de origen de los problemas políticos venezolanos es válido cuestionar ¿quién es el Estado? ¿Cuáles son los intereses del Estado? ¿Es acaso el Estado sólo la porción de la población que defiende los intereses socialistas del régimen chavista? Esos intereses de ese Estado ¿van a defender de las noticias falsas a los entes descentralizados que están dirigidos por opositores al gobierno? Y, más importante, en Venezuela ¿Gobierno y Estado son sinónimos?

Mientras el debate se centra en el conflicto Colombia-Venezuela-FARC, dentro de la Asamblea nacional venezolana se discute un proyecto de ley que incrementará la inseguridad jurídica en el país. No será Granier, Ledezma, Rosales, Ravell o Zuloaga quienes estrenen la aplicación de dicha la ley, a menos que los intereses del Gobierno señalen ese camino. Probablemente sea algún miembro de un sindicato que quiera denunciar algún atropello, un empresario que decida protestar por alguna medida económica que lo afecte directamente, el ama de casa que denuncia la ineficiencia de algún ente del gobierno, la madre que perdió a su hijo en manos de un organismo de represión del Estado o el estudiante que protesta contra las medidas de recorte presupuestario en su universidad. Aquellos, de los que el glorioso pueblo de Venezuela se olvida tan fácilmente, podrían ser las primeras víctimas de una ley que busca sembrar terror en la población. Aplicarle la ley a un pez gordo sería demasiado riesgoso, pondría en pie de lucha a la sociedad civil; pero arremeter contra esos venezolanos a quienes no acompañan las cámaras a todas partes, haría que la gente piense mucho antes de pasar al olvido en una cárcel venezolana por atreverse a analizar y expresar lo que ocurre en su diario vivir.

¿Cómo hacer para frenar el avance del régimen del terror en Venezuela? Esa es una tarea que corresponde al pueblo venezolano, es cierto, pero la Comunidad Internacional no puede ni debe hacerse de la vista gorda ante la violencia política de que es objeto un país vecino. La organización de Estados Americanos debe actuar en pro de la defensa de los intereses de la democracia de los países miembros. Tratar de actuar cuando internamente se elaboran mecanismos de defensa ante las agresiones, reales o potenciales, de los gobiernos es una pérdida fútil de energía y tiempo. Es ahora cuando la OEA debe hacerse sentir. Es hoy, cuando se lleva este proyecto de ley ante la asamblea Nacional, que la Comunidad Internacional debe manifestarse en defensa de la democracia en el mundo. Es hoy cuando los venezolanos deben salir a la calle a decir NO a los constantes intentos de cercenar lo poco que queda de la libertad de expresión en Venezuela. La libertad de expresión no puede ni debe estar sometida a las interpretaciones de los gobiernos, hacer de ella un delito es atestar un golpe mortal a la democracia. Y no podemos olvidar que, lo que ocurre hoy en Venezuela ocurrirá, más temprano que tarde, en otros países de la Región que siguen el modelo chavista.

Adriana Pedroza

Friday, June 05, 2009

Carta abierta a Marcel Granier

Hace casi veinticinco años se publicó un libro en Venezuela llamado “La generación de relevo vs el Estado omnipotente”, escrito por Marcel Granier, presidente de Empresas 1BC, dueño del canal de televisión RCTV.

En este libro, publicado en noviembre de 1984, Granier hacía un llamado de atención a los ciudadanos comunes y corrientes, a los empresarios y, por qué no, a los políticos, para que en Venezuela se abrieran los ojos y nos diéramos cuenta del inminente peligro que corría la democracia en el país. Casi me salta el corazón cuando leía la advertencia que hacía el autor sobre la posibilidad de un levantamiento civil, el cual se produjo menos de cinco años después. Y todo lo que profetizaba Granier en ese libro se ha ido cumpliendo, letra a letra… excepto un pequeño detalle, él creía que la mística del pueblo venezolano prevalecería en el momento que la patria exigiera la participación de todos, creía que el pueblo venezolano demostraría el coraje de 1811 o de 1958… ¡que equivocado estaba el autor!

Creo que son tres las veces que he leído ese libro, y cada vez me duele más ver hasta dónde nos ha llevado la apatía como sociedad civil. Pero si hay algo que nunca hice y que tendré la osadía de hacer ahora, es reclamarle a Marcel Granier lo que hizo y dejó de hacer con el poder que le confieren los medios de comunicación social. Y no lo había hecho antes porque no me gusta hacer leña del árbol caído, pero cuando ése árbol se llama patria, la cosa empieza a doler un poco más.
No puedo acallar la ira que me produce saber que el autor de un libro tan significativo sea la misma persona que permitió que Radio Caracas Televisión se convirtiera en un medio de comunicación dedicado a transmitir programas que atentaran contra la formación de la psique de un país entero. Porque a la gente había que darle lo que pedía, porque había que pensar en el rating, en los anunciantes, en los resultados financieros de la empresa; pero en algún momento pensar en la responsabilidad implícita de la transmisión de los mensajes en los programas dejó de ser importante.

Marcel, tú sabías más que nadie –y así lo demostraste al escribir ese libro- el destino que le deparaba al país si continuábamos por el camino que estábamos transitando. ¡Y aquí estamos hoy! Venezuela está viviendo la debacle acumulada de todos los años de indiferencia de empresarios, sociedad civil y políticos; pero mientras por un lado tu canal transmitía programación crítica y constructiva, por el otro tenían programas de alto contenido sexual en horario familiar, tenían programas que ridiculizaban a las personas, transmitían novelas que perpetraban la formación de las nuevas generaciones de venezolanos. Eso sin entrar en detalle acerca de la programación de las emisoras radiales… Eso lo permitiste tú, que sabías hacia dónde iba el país.

Veinticinco años más tarde estamos viviendo la que quizá será recordada como la dictadura más dañina que haya vivido Venezuela en su historia republicana. Esos venezolanos que a lo largo de una década han permitido la instauración de una autocracia en pleno siglo XXI, esos venezolanos que no hacen nada mientras una sola persona se apodera del Estado y mientras el Estado se apodera de todas las áreas de la vida pública de los individuos, han sido receptores de los mensajes que RCTV transmitió durante décadas; esos venezolanos son fiel reflejo de la programación de los canales de televisión nacional y siguen siendo adolescentes de novelas sin argumentos, siguen siendo la muchachita pobre de la novela que espera ser rescatada por el protagonista heredero de una fortuna.

Ahora, viviendo en Colombia, y después de haber vivido la debacle de la democracia en Venezuela, observo con desesperación cómo la enfermedad de la apatía va haciendo metástasis en las sociedades latinoamericanas. Así como nosotros alguna vez dijimos que Venezuela no era Cuba y que eso no nos va a pasar a nosotros, los colombianos se creen exentos de la fiebre revolucionaria que ataca a la Región. La televisión colombiana, así como lo fue la venezolana, parece estar más concentrada en los resultados financieros que en los resultados sociales. La participación del colombiano en asuntos públicos se limita a la muy conocida frase “y qué va a hacer uno”. La gente común no se queja donde debe quejarse, aun existiendo los mecanismos regulares para hacerlo, las quejas son escuchadas por los familiares, amigos o la persona más cercana.

Yo no sé hasta qué punto sea posible rescatar la democracia en Venezuela. ¿Cuánto tiempo tomará recuperar las finanzas del Estado, la credibilidad del sistema, la moral del ciudadano, la ética del trabajo? ¿Cómo puede saberse eso si todavía estamos cuesta abajo y cada vez con mayor velocidad?

Como bien lo dices en tu libro, no se debe confundir nación con nacionalidad ni con nacionalismo. Yo creo que más que a la patria uno debe amar los valores que la conforman y Yo soy amante de la libertad. Por eso te hago una invitación pública, tratemos de que la experiencia venezolana sirva de alerta para los demás países del mundo. Lo tuvimos todo y hoy, menos que tener nada, estamos endeudados con el futuro. La generación de relevo en todo el mundo necesita ser despertada, te invito a que te unas en un esfuerzo para que esas ideas que expusiste en tu libro no queden dormidas en el papel. Aunque seguramente no te importe, Yo no te puedo perdonar que el hombre que le escribió a la generación de relevo venezolana haya sido partícipe de su idiotización, pero hay mucha generación de relevo en el mundo y necesitan un impulso.

Wednesday, April 08, 2009

¿A quién le importa?

Hace tiempo se está diciendo que en Venezuela no existe estado de derecho. Las violaciones a la constitución nacional son cada vez más evidentes, frecuentes y duras. La persecución política es más descarada cada día, pero no hay ningún tipo de reacción en la gran masa llamada pueblo.

El viernes 3 de abril se sentenció a 30 años de prisión a un grupo de venezolanos que prestaban sus servicios a la Policía Metropolitana el 11 de abril de 2002. Estos ex policías cumplieron su deber, arriesgaron sus vidas para salvar las de los venezolanos que estaban marchando en los alrededores del palacio presidencial, no nos dejaron solos y ahora la sociedad venezolana los abandona, esa misma sociedad que lleva diez años clamando por un líder que se le enfrente a Chávez con posibilidades de ganar, la sociedad que es incapaz de ver y valorar los pequeños liderazgos que surgen en los diferentes contextos, en las diferentes organizaciones, en la calle, en las empresas, en cualquier parte; porque la inmadura sociedad venezolana no quiere un líder, quiere un Mesías y un Cristo, alguien dispuesto a morir abandonado por una causa ajena, mientras los otros le dan la espalda, lo niegan y lo desprecian.

Una mujer que se adjudicó la representación de las víctimas del 11 de abril dice a los medios de comunicación que finalmente se hizo justicia. Así como los fariseos compraron la conciencia de aquel primitivo pueblo hebreo para condenar a Jesús a la cruz, el chavismo se vale de la explotación de las más bajas pasiones humanas para sacrificar a quienes sea necesario a fin de demostrar su poder, para intimidar, para humillar.

La oposición venezolana quiere líderes ¿para qué? ¿para abandonarlos? ¿para darles apoyo en las buenas y dejarlos solos en las malas? Por una parte tenemos a Manuel Rosales, hoy perseguido político, por otro lado está Antonio Ledezma, a quien la Asamblea Nacional pretende despojarlo de su cargo de Alcalde Mayor aprobando un cargo por encima del suyo. Lorenzo Mendoza, como presidente de Empresas Polar, es constantemente amenazado por el gobierno; José María Nogueroles, banquero, también está en la mira de la justicia revolucionaria. La periodista Beatriz Adrián es amenazada por la presidenta de la Asamblea Nacional… Todos estos ciudadanos son un pequeño puñado de ejemplos de venezolanos que han ejercido un liderazgo en la sociedad, se han arriesgado haciendo su trabajo y ahora son perseguidos o amenazados por el régimen ¿y quién hace algo? ¿por qué la apatía? ¿acaso a nadie le importa el destino de estas personas? ¡Que pregunta tan absurda, por supuesto que la respuesta es NO!
El ex Ministro de Defensa es perseguido por quienes, antaño, le dieron el cargo y le hicieron saborear las mieles del poder. Las razones de forma por las cuales quiere juzgarlo el régimen no tienen importancia, se sabe que es un cobro de factura política y la única razón por la que la sociedad venezolana debe procurar apoyo al general Lucas Rincón es para que sea juzgado y condenado bajo un régimen de libertad, cuando se recupere la democracia. Ningún chavista arrepentido deberá ser absuelto de sus crímenes, pero no debemos permitir que sea la justicia revolucionaria quien los juzgue, porque estos criminales tendrán que rendirnos cuentas a nosotros, no a Chávez.

Es absolutamente innecesario que se diga a los venezolanos que estamos viviendo una dictadura de facto. Se sabe que es una dictadura, aun cuando la elección del dictador haya sido “democrática”. No hubo un golpe de Estado, se le preguntó a los venezolanos si querían perder su libertad y la mayoría respondió afirmativamente; se votó por los esbirros del régimen que levantarían la prisión legal y elegirían a los jueces más corruptos. El venezolano eligió, por mayoría, perder la libertad y por mucho que se queje la libertad no regresará sola.

No hay marcha atrás, no hay salidas pacíficas, no habrá salidas democráticas, porque el venezolano renunció a todo eso por un blackberry, un carro nuevo o un cargo en el gobierno. Ya no hace falta decir que el problema no es Chávez, se sabe que el problema es la materia prima del país, los venezolanos, que renunciaron a ser ciudadanos para conformarse con ser habitantes de un país supuestamente rico, habitantes que esperan su salpicada de petróleo para acumular las muchas o pocas cosas que puedan acumular. El venezolano renunció y le cedió todo el poder a un tirano, que hará lo que le de la gana con los habitantes de ese país, porque él los compró y son suyos. Pero en el momento que un habitante tenga deseos contrarios a los de su dueño, el tirano activará toda la maquinaria jurídica que los habitantes le permitieron construir para su uso personal.

La democracia en Venezuela se perdió, cosa que a pocos interesa. Sin embargo, pocos ciudadanos útiles es mejor que una masa de habitantes inútiles, y esa es la materia prima que tenemos que conservar para hacer el cambio, porque el cambio va a venir y no va a ser la plebe quien lo impulse. Y Yo espero que Iván Simonovis, Lázaro Forero, Henrry Vivas y los otros funcionarios de la Policía Metropolitana que injustamente fueron sentenciados a prisión, puedan vivir lo suficiente para disfrutar de nuevo la libertad que perdieron por nosotros.

Adriana Pedroza

Tuesday, March 17, 2009

Crisis economica=Crisis política

Cuando se habla de depresión económica mundial, la mayoría de la gente de nuestros países tercermundistas no logran imaginar la magnitud del problema que se avecina. La mayoría, por no decir todos, de los analistas que he leído desde los inicios de la crisis sólo han puesto su atención en los problemas económicos y sociales que se esperan. Ya todo el mundo sabe de la caída de las bolsas de valores en todo el mundo, de la caída del consumo, de la reducción en los niveles de producción y del aumento en la pobreza a nivel mundial; pero no he leído nada acerca de las consecuencias geopolíticas que pudieran derivarse de la situación actual de la economía global.

Partamos de un problema que se agravará con la depresión económica: la pobreza. La mayoría de las personas que leerán estas líneas no tienen una idea siquiera cercana al significado real de pobreza. Según el BID, en América Latina el 35,1% de la población vivía en condiciones de pobreza para el año 2007 y casi 13% vive en extrema pobreza, es decir, son indigentes. Estamos hablando de 190 millones de personas en la Región que se encuentran en una situación altamente vulnerable; situación que empeorará con la actual crisis económica mundial. La lucha contra la pobreza ha tenido logros importantes y eso lo corroboran las cifras, pues en el año 2003 los pobres representaban el 43% de la población latinoamericana.

Uno de los argumentos favoritos de los movimientos de izquierda en América Latina apunta a la lucha de clases: los ricos explotan a los pobres, los gobiernos favorecen a los ricos, la riqueza de los países se distribuye mal, por lo tanto los pobres no dejarán de ser pobres mientras no exista un gobierno justo que los emancipe de la explotación que supone el capitalismo. En este momento histórico, cuando se escuchan voces gritando el fracaso del capitalismo, esos 190 millones de seres humanos que viven en condiciones de pobreza pueden hacerse eco de ideas erradas, de ideales desgastados y de proyectos políticos que pongan en riesgo el desarrollo saludable de las naciones latinoamericanas.

Para mí en indiscutible que el capitalismo ha creado una serie de vicios en el hombre moderno que se han traducido en el colapso del sistema mismo que los creó. La desmesurada ambición de quienes dirigieron el proceso financiero que desembocó la crisis es producto de la creación misma de necesidades ficticias en el hombre moderno. El consumo desbocado de cualquier cosa, el aislamiento del hombre, la necesidad de tener para ser, entre otras tantas fallas humanas del sistema, se ha convertido en la pata coja de un sistema de mercado que olvidó al hombre como un ser que tiene necesidades afectivas, sensoriales, intelectuales, etc., y lo convirtió en un simple consumidor, al que se le debe vender todo lo que pueda comprar y más, siempre que se pueda endeudar.

No obstante, gracias al capitalismo, al libre mercado, a la libertad implícita en este sistema, muchos empresarios se incorporaron a la guerra contra la pobreza y los avances en esta materia se han materializado en una disminución real, aunque no suficiente, del número de pobres en la Región. Entre los años 2006 y 2007 hubo una caída de 4 millones de pobres en América Latina, aunque todavía faltan 190 millones, es un logro importante.

Hace algunas semanas lancé una propuesta demagógica para los venezolanos. Plantee la siguiente idea: que los vecinos de las urbanizaciones con mayor poder adquisitivo se organizaran para ayudar a sus vecinos de los barrios pobres con comida, ropa, etc. Todas las respuestas que recibí estaban cargadas de razones válidas para no hacer nada. No se puede negar que atacar el problema de la pobreza no es responsabilidad de los ciudadanos, sino de los gobiernos, para eso se paga impuestos; tampoco se puede discutir que hay muchos pobres que se aprovechan de su condición para tener todo gratis y si le seguimos regalando todo ellos nunca van a luchar por lo que quieren. ¿Qué se le puede decir a quienes están hartos de los pobres que siguen votando por Chávez y ahora piensa que los pobres deben joderse para ver si aprenden de una vez? Tampoco podría Yo argumentar algo a quien me dice que por la idiosincrasia misma del venezolano no se organizan para una junta de condominio y mucho menos lo haría para ayudar a otros… todo esto es real, pero Yo esperaba aunque sea una sola respuesta pensada.

Cuando Alberto Vollmer le regaló la propiedad del suelo a quienes le invadieron unas tierras de la hacienda Santa Teresa, seguramente no faltó quien le dijera “con eso estás estimulando la invasión”. Alberto Vollmer obligó a los invasores a organizarse, a crear una asociación, a establecer límites y reglas de juego entre ellos mismos. Por supuesto, hubo constante supervisión y por esta razón tuvo éxito el proyecto Camino Real. Lo mismo ocurrió con el Proyecto Alcatraz. Las probabilidades de fracaso por abuso de los benefactores siempre están presentes, pero aquel que quiere salvar los obstáculos lo logra.

Empresas Polar lleva décadas haciendo trabajo social, mucho antes de que bautizara a estos esfuerzos con el elegante nombre de Responsabilidad Social Empresarial. La condición necesaria para que la empresa más exitosa de Venezuela brinde apoyo a las comunidades pobres es que exista un mínimo grado de organización vecinal. El éxito de la Fundación Polar no cabe en un artículo, pero en el deseo de hacer algo más que trabajar bien y pagar impuestos, ellos descubrieron una vía que les llevaría al éxito con sus programas de apoyo a las comunidades, porque no se quedaron pensando en lo que podría salir mal.

En los próximos años podríamos volver a ver un mundo dividido en dos bloques: capitalistas contra comunistas. La pobreza, las crisis como la que estamos empezando a vivir, son el caldo de cultivo para el surgimiento de movimientos de izquierda radical. La bandera que van a enarbolar es el fracaso del capitalismo, van a argüir que la depresión económica es prueba de dicho fracaso y el aumento de la pobreza la peor consecuencia del mismo.

Dejemos de preguntarnos qué van a hacer los líderes de las grandes potencias mundiales para enfrentar la crisis y empecemos a preguntarnos qué vamos a hacer nosotros para que la crisis afecte lo menos posible a nuestros conciudadanos, para evitar que se conviertan en pesca fácil de los ideólogos de izquierda que están hambrientos de poder.

Si nos quedamos de brazos cruzados es muy factible que en algunos años veamos guerras civiles, golpes de Estado, resurgimiento de guerrillas y una nueva división geopolítica que dará al traste con los esfuerzos democráticos que se han llevado a cabo en el mundo tal cual lo conocemos hoy.

Sunday, February 22, 2009

Para pensar

Se me ocurre una idea ¿qué tal si las asociaciones de vecinos de nuestras comunidades organizaran recolectas periódicas de comida, enseres, cobijas, etc., para dárselos a los vecinos de los barrios pobres que tenemos cerca? ¿Qué tal?

Recordemos algo, desde el año 2004 algunos empezamos a organizarnos para una posible invasión de los pobres a nuestras urbanizaciones de clase media. Dado que la mayoría de las zonas de clase media alta de Caracas –e incluso del interior- tienen un barrio pobre cerca, estábamos convencidos de que algún día ellos vendrían a atacarnos y nosotros teníamos que estar preparados para defendernos. Es decir, los pobres eran vistos como nuestros enemigos. Ciertamente, esta paranoia no surgió de la nada, lamentablemente un grupo importante de adeptos al gobierno nos convencieron con sus acciones que todos los pobres estaban dispuestos a bajar de los cerros a invadir nuestras casas, pero nunca ocurrió.

Hace años leí que en Chile, durante la época de mayor depresión económica, la sociedad civil y la iglesia se organizaron para dar al menos un plato de comida a las familias que estaban más afectadas por la pobreza creciente en ese país, y el autor del texto –cuyo nombre no recuerdo- explicaba que esa había sido una de las razones por las cuales nunca tuvieron éxito los movimientos políticos que trataban de explotar la teoría de lucha de clases, pues no había resentimiento social en Chile, no había posibilidad de sacarle partido a un inexistente odio de los pobres a los ricos.

Más allá de la veracidad de esta tesis, pienso que esta es una posibilidad real de aportar algo como sociedad civil organizada. Muchas personas asumen que la política debe dejarse a los políticos y en parte tienen razón. Pero eso no significa renunciar a la posibilidad de hacer una ofrenda en pro del cambio en nuestro país. Esto implicaría el simple esfuerzo de organizar a los vecinos de un edificio, a los fieles de una iglesia, a los socios de un club, y acercarse a las organizaciones civiles de los barrios (que les aseguro que están mejor organizados que nosotros) para apoyarlos y hacerles saber que todos somos parte de un mismo país y que estamos interesados en su bienestar.

Es una idea, algo que quizá nos ayude a limar asperezas de parte y parte, una simple acción que quizá nos ayude a entenderlos un poco más y a hacerles saber que nosotros estamos dispuestos a no abandonarlos. Quizá en el corto o mediano plazo, cuando estén escuchando al presidente decir que los ricos los odian y que son explotados por los empresarios capitalistas, les abrace una pequeña duda cuando sientan el calor de una cobija que recibieron de la asociación de vecinos de Terrazas de Club Hípico (por ejemplo) o cuando se estén tomando una sopa que prepararon con lo que recibieron de los vecinos del Country Club.

Adriana Pedroza
adrianapedroza@cantv.net

AHORA O NUNCA

Anoche, sacando de una caja de libros una carpeta con recortes de prensa, encontré uno de mis primeros escritos públicos, del año 1992, publicado en Cartas a El Nacional. Allí estaban las opiniones de una chica de 19 años ante el tratamiento que se le daba a la intentona golpista de Chávez, las reacciones de los medios de comunicación y los políticos que entonces defendieron tan nefasta empresa.

Sentí orgullo de mí, lo reconozco, tan chiquita y tan brillante… Pero también sentí algo de culpa, porque aun estando en capacidad de analizar y prever los efectos que ese momento político podría traer sobre el desarrollo de la historia en Venezuela, no hice mucho. ¡Y eso que puedo decir de mí misma que nunca he sido de las que piensa que la política es para los políticos!

El domingo 15 de febrero de 2009 quedará marcado en la historia como el momento en que un país, o la mitad de los electores de un país, eligieron democráticamente abrirle las puertas a la dictadura. Con o sin fraude, apartando las hipótesis acerca del tema, tenemos un problema real con la sociedad venezolana: NO SABEMOS VIVIR EN DEMOCRACIA.

Llegar a Caracas después de un año es como ver una foto vieja, donde nada ha cambiado, excepto el deterioro del papel. Caracas es una ciudad que huele a basura y a animal muerto. Los caraqueños se han convertido en personas agresivas, quejumbrosas y speudoautistas. Hablo del Caraqueño porque sólo estuve en Caracas, no sé cómo estarán los habitantes del interior, pero presumo que la diferencia no debe ser significativa.

Después de un año recibiendo otros estímulos externos, de presenciar otras formas de discusión, observar la forma en que se discute en Caracas es en extremo chocante. Nadie escucha a nadie, todos los participantes de una conversación política están a la defensiva, todos buscan la manera de humillar a su interlocutor si se presenta un desacuerdo. Pocos logran escuchar sin interrumpir las ideas ajenas, pocos logran seguir una conversación sin dispersarse. La frase “¿qué te estaba diciendo?” es tan común como los improperios lanzados a quienes tienen una visión diferente de determinada realidad.

Yo fui a votar sabiendo que perderíamos y no fueron pocos los insultos que recibí, del tipo “tú y tu pesimismo de mierda”, seguido de ataques personales –con movimientos continuos de manos-, gente que abandonaba las conversaciones e incluso portazos. Presencié discusiones políticas entre amigos donde las groserías aparecían cada tres o cuatro palabras. Y no estoy hablando de diálogos entre camioneros o vendedores de plaza de mercado, estoy hablando de gente muy pudiente, gente con la que uno pudiera llegar a suponer que se puede tener otro tipo de intercambio de ideas.

En una de esas tantas discusiones que me tocó presenciar, entre un grupo de aproximadamente siete personas y dos chavistas, uno de mis amigos le pedía a su ex compañero de universidad que le dijera cinco cosas buenas que haya hecho Chávez en diez años; claro que la obertura a la pregunta fue una seguidilla de ofensas de más o menos tres minutos de duración, desde asalariado hasta hijo de puta. Yo, que soy antichavista desde que el tipo apareció por primera vez, puedo nombrar rápidamente cinco cosas buenas que se hayan hecho en estos diez años, así como puedo nombrar treinta malas en el mismo lapso de tiempo. Cuando tuve la oportunidad de intervenir en la conversación, pude decirle a mi amigo esas cinco cosas que pensé y le expresé mi respeto a su insultado interlocutor. Cuando logré que éste bajara la guardia y entendiera que mi intención no era atacarlo, le planteé el siguiente escenario “Chávez se muere y los oligarcas, por revanchismo, eligen a Pedro Carmona Estanga de Presidente y votan por él indefinidamente”. El sujeto en cuestión, junto a su único compañero ideológico de la noche, palidecieron por la falta de aire que les produjo la visualización del asunto. Les expliqué, luego, que el 15 de febrero no se estaba votando por Chávez o en contra de él, la pregunta no era si queremos que Chávez sea Presidente vitalicio, la pregunta es si queremos que cualquier funcionario de elección popular pueda tener la oportunidad de ejercer ese cargo de forma vitalicia. Le pedí que pensara en Capriles Radonski eternamente en la Gobernación de Miranda o en Ledezma eternamente Alcalde Mayor. Expliqué que por muy malos que pensemos que son unos gobernantes, de uno y otro lado, todavía es posible que existan peores que ellos. Al final ambos chavistas entendieron y votaron NO. Uno de ellos me llamó la noche del lunes y me dijo que él debería estar celebrando, pero que después de pensarlo estaba asustado por el futuro del país. Sigue siendo chavista, pero ahora maneja otra información.

Yo llegué a votar sabiendo que perderíamos, pero a medida que me adentraba nuevamente en la centrífuga psicológica de Venezuela, entendía con más fuerza que la salida a esta crisis está mucho más lejana de lo que quisiéramos imaginar. La gran marcha de la oposición fue una de esas tantas señales.

Ya es harto sabido mi opinión acerca de las marchas de la oposición, pero me siento en el deber de insistir, porque pienso que hasta que no tengamos una marcha donde no se baile, donde no suenen tambores, donde la gente deje la cámara en casa, donde las consignas políticas sean serias y no para hacer reír, cuando no se beba cerveza en las marchas de la oposición, cuando no se vaya a las marchas a exhibir piel o buscar pareja, creo que estaremos más cerca de tener una base opositora sólida. Mientras tanto, los que van a marchar, tomarse fotos con personalidades del momento, beber cerveza y bailar, se desanimarán fácilmente, renunciarán a la lucha política y se preguntarán “¿qué más va a hacer uno?”, porque creen que votar y marchar es suficiente.

Es cierto que hemos logrado superar esas 3,5 millones de firmas del 2004 cuando solicitamos el revocatorio, es verdad que hemos tenido logros importantes, pero tenemos que despertar, hace falta mucho más para acercarnos al final del túnel.

En 12 días que estuve en Caracas, conocí a tres personas que por diversas razones no están inscritas en el Registro Electoral. Es decir, en diez años nosotros, la oposición de base, no hemos sido capaces de hacer que nuestros más cercanos amigos y familiares siquiera se inscriban para poder votar. No hemos sabido estimular a esos caracoles refunfuñones, que se quejan de la situación y no se mueven a hacer lo mínimo necesario. De los tres no inscritos en el Registro Electoral, uno va a marchas y participó en la Guarimba del 2004; otro no quiere saber nada porque se va del país en cualquier momento y otro no cree en la política.

Hay una triste realidad que debemos observar con detenimiento, no sólo los líderes de la oposición, sino cualquiera que se diga demócrata y no quiera ver perpetuarse a una persona en el poder. Hemos manejado muy mal nuestro discurso. Apenas subiendo de Maiquetía a Caracas, estaba sintonizado el programa radial “Aló Ciudadano” y el invitado trataba de convencer a los empleados públicos que el voto es secreto, que es imposible que el gobierno sepa por quién votaron. Me pregunté ¿quién convenció a los empleados públicos y a todo el país de lo contrario? Nosotros, la oposición. Primero aquellos geniecitos técnicos que dijeron que la captahuella era para eso, después nosotros que salimos a repetir la información cual borregos. Ergo, todos somos responsable.

Y somos responsables cuando nos negamos la posibilidad de entender por qué un chavista es chavista, pues para nosotros un chavista es un pobre diablo que le regala el país a un dictador a cambio de una bolsa de comida y una promesa de casa. Nosotros creemos que porque los taxistas que nos han trabajado durante el último año y la empleada de servicio no quieren a Chávez, los pobres no quieren a Chávez. ¡Y para colmo aquel viejito que estaba en la marcha de la oposición y vive en el barrio más peligroso de Petare nos dijo que estaba harto de Chávez! Entonces nos creemos mayoría. Nos cegamos ante el menor triunfo y creemos que ya ganamos. Si no, respóndase usted mismo, cuántos venezolanos no pensaban que si ganábamos el domingo 15 “salíamos de este peo”. Quizá lo mejor haya sido la derrota, para ver si empezamos a tomarnos más en serio “este peo”.

Cuando Yo tenía 19 años estaba clara, pero estar claro no es suficiente. El asunto en este momento histórico no es salir de Chávez y luego vemos, porque la materia prima de este país –sus ciudadanos- no sirven para construir una democracia sólida. Estamos obligados a ponernos serios ante el reto histórico que se nos impone o estamos destinados a repetir una y otra vez esta misma historia.

Los estudiantes, a diferencia de mi generación, están actuando y están haciendo las cosas bien. Pero la responsabilidad no es sólo de ellos. A los líderes de la oposición les digo: tienen que entender que se necesita verdadera unidad, verdadero sacrificio por la patria, verdadera humildad cristiana. Crucifiquen su ego y únanse en torno a las candidaturas más fuertes, porque ya se nos viene otro proceso electoral, quizá uno de los más importantes: La Asamblea Nacional. La fase clasificatoria debe empezar ya y debe permitirse la participación de todos los actores que han estado en la lucha democrática en medio de esta dictadura, Súmate no puede faltar, los estudiantes no pueden faltar y los chavistas arrepentidos –si de verdad están arrepentidos- deben abstenerse de lanzar sus candidaturas para no crear divisiones innecesarias, tienen que ingerir su cuota de estiércol y ceder sus espacios políticos, apoyar a los más fuertes y autoflagelarse todas las noches antes de dormir y en la mañana en ayunas.

Y mientras las personalidades públicas de la oposición hacen lo suyo, nosotros, la base, tenemos que hacer nuestra parte. Tenemos la necesidad urgente de entender otros puntos de vista. Si usted encuentra un chavista en el camino, no lo insulte, no lo vea con lástima, no se ponga a discutir con él, escúchelo. Recuerde que nosotros nos echamos de enemigos a los pobres cuando nos pasamos cuatro años diciendo que los programas sociales del gobierno eran demagogia, tenían fines políticos y no servían para nada. Póngase en el lugar de un beneficiario de cualquiera de las Misiones, piense como si usted tuviera nada para pagar un médico y le ponen a un tipo de bata blanca con estetoscopio, en una casa al lado de su casita con techo de zinc, y el tipo le da dos palmaditas en la espalda, le pasa la mano por la cabeza y le da una aspirina. Aunque lo mate, porque usted tenía gastritis o dengue, se va a sentir feliz porque sentirá que lo trataron como a un ser humano. Y si usted tiene tres hijos y los inscribe en una escuela bolivariana y los niñitos nunca terminan de aprender a leer y escribir, pero de vez en cuando le dan un cuartito de leche y un pan y están en un lugar “confiable” mientras usted trabaja, quizá se moleste cuando escuche a alguien de la oposición diciendo que eso es demagogia. Primero porque usted no sabe qué es demagogia, pero parece que es una grosería de ricos, y segundo –y quizá más importante- es que las personas que están en una situación tan crítica no les importa sino sobrevivir el día, porque su línea de vida es tan corta que no saben si acaba hoy, en una semana o en cien años.

O nosotros, oposición en pleno, entendemos a los pobres, comprendemos la psicología de la pobreza y hacemos algo para contrarrestar la demagogia bolivariana, o empezamos de una vez a entender que el país está perdido para siempre. Si queremos una salida democrática, a mí me parece que es esta. Nosotros los entendemos a ellos, nos unimos para apoyarlos a independizarse del yugo del demagogo, alimentamos a los que no tienen qué comer (porque con la barriga vacía no se entiende nada) y después podemos empezar a pensar en hacer nuestro trabajo ideológico. De lo contrario, estaremos en una o dos décadas escribiendo en contra de un dictador de derecha, reportando desaparecidos y muertos políticos.

El momento es ahora, pasemos el despecho político, dejemos de decir que la gente de este país lo que quiere es comer estiércol (ese no es el punto), dejemos de culpar a los políticos por la falta de unidad y pongámonos a trabajar, a organizarnos como sociedad civil, a hacernos conscientes de las necesidades de nuestros vecinos más necesitados e ingeniarnos en sociedad cómo ayudarlos. Si queremos que Venezuela deje de estar dividida, procuremos dejar de verlos como enemigos y hagamos lo posible para que ellos entiendan que nosotros no somos los enemigos. ¿Podremos lograrlo? No sé, pero creo que vale la pena intentarlo, porque a la única persona en el mundo que aceptaría de dictadora absoluta sería a mí misma.

Adriana Pedroza
adrianapedroza@cantv.net

Monday, January 19, 2009

Esas cosas que no tienen precio.

En diciembre casi pierdo a un amigo en un choque de paradigmas. Yo pienso que si alguien me dice “nos vemos antes de X día” ya hay un compromiso. Para mi amigo, es opcional, el mensaje real es “si puedo nos vemos”.

Yo sé, reconozco, admito que mi cerebro funciona diferente al de las personas normales. Para mí, cuando una persona dice “te llamo mañana” es porque me va a llamar mañana, de lo contrario ¿para qué alguien lanza una oferta que sabe no cumplirá? Si alguien me dice “nos vemos a las tres”, para mí es a las tres… incluso puedo ser medianamente amigable y esperar hasta las 3:15 sin ponerme de mal humor. Pero, para la gente normal, las tres es en realidad cualquier hora alrededor de las tres que no interfiera con sus necesidades.

Como tengo pocos amigos no me queda otro remedio que tratar de conservar los que me quieren como soy, así que reconocí que –aunque tengo razón en el fondo- equivoqué totalmente la forma de manifestar mi descontento, así que di el primer paso para salvar la amistad. Mi amigo, que es de ese tipo de personas que parece no pararle bolas a nada aunque en el fondo corra el riesgo de sufrir un ACV, aceptó las señales de paz y puso su granito de arena.

Conversando acerca de lo ocurrido, él dijo una frase que no ha dejado de hacerme ruido en el cerebro. Parafraseando, sus palabras fueron, más o menos “si se trata de una reunión de trabajo yo trato de ser puntual porque tengo que respetar el tiempo de la otra persona, pero si es algo informal y te digo que te llamo o que nos vemos, es sólo un decir, puede ser como puede no ser”.
Infortunadamente para el mundo, esta es la actitud, éste es el paradigma de la mayoría de las personas; por lo menos las que se toman la molestia de respetar el tiempo de alguien, porque la realidad es que el respeto del tiempo no está en la programación neurolingüística de las masas. Ni en Venezuela, ni en Colombia, y no sé si en algún lugar de América Latina. Para la gente llegar tarde es un asunto de idiosincrasia, no de respeto.

Ahora bien, lo que me hizo ruido fue el nivel de importancia que se le da a la amistad, evaluado a través de la importancia que se le otorga al tiempo de los amigos vs el tiempo de los relacionados con trabajo o negocios. A estos últimos se les debe respetar el tiempo porque son profesionales que cobran por su tiempo. Para mi amigo, que también es mi cliente, mi tiempo como economista vale más que mi tiempo como amiga. Yo le cobro por ser su economista, soy su amiga gratis, pero el valora y respeta más a la economista que a la amiga. A la amiga se le puede dejar esperando, a la amiga se le puede fallar, a la economista no… ¡Que choque paradigmático! Resulta que para mí es más importante Adriana Pedroza que la Econ. Adriana Pedroza.

Lo discutible no es, en ningún caso, que se le otorgue a los relacionados a trabajos o negocios el valor que les corresponde y se respete su tiempo minuto a minuto, como debe ser. Lo cuestionable es que las personas tienden a restarle tanto valor a lo que no se lucha, a lo gratis, a lo que viene del cielo. Porque los amigos no cobran por ser amigos, pero siempre están ahí cuando se necesitan, son los que apoyan, los que aman, los que sufren y ríen con uno. Y aunque sólo sea para verse las caras o darse un abrazo de navidad, si a un amigo se le dice “te llamo para vernos” se debería considerar ése el más importante de todos los compromisos, porque es un amigo.

Lastimosamente la gente piensa que los seres queridos siempre van a estar ahí, al lado, disponibles. Se tiende a creer que los seres queridos, los amigos, la familia, tiene que aceptarnos tal cual somos, porque para eso están. Y aunque hay cierto nivel de razón en ello, porque ya bastante tiene uno que actuar con el resto del mundo, me pregunto si no sería un poco más justo demostrarle a las personas queridas que de verdad se quieren, que son más importantes que los negocios y el trabajo, si que ello implique abandonar los negocios y el trabajo.

Ojalá llegara el día en que los seres humanos valoraran lo invaluable, lo que viene gratis del Cosmos, porque es tan valioso que no se le pudo poner precio. Así como el aire, la luz del sol, el abrazo de un amigo no tiene precio… y sí, para todo lo demás están las tarjetas de crédito.

Adriana Pedroza