Thursday, November 05, 2009

Capacidad y voluntad

Observando fotos actuales de Dubai, me resulta difícil pensar que se trata de una realidad y no de imágenes de una ciudad futurista de un cuento de ciencia ficción. Es impresionante lo que el hombre moderno ha logrado con su ingenio, con su creatividad y con el deseo de materializar las imágenes que el cerebro humano es capaz de dibujar. En varias páginas de internet se puede apreciar la ciudad antes y después de las enormes inversiones de capital en megaestructuras, que son dignas de admiración y respeto. Sin duda el hombre es capaz de realizar lo inimaginable y, por supuesto, disfrutar de esas maravillas turísticas requiere una inversión inimaginable.
Sin embargo, no puedo ocultar mi asombro al revisar las cifras de pobreza en los Emiratos Árabes, ubicadas en 19,5% en el año 2008. Tampoco puedo ocultar la indignación que siento cuando leo las historias de explotación de los trabajadores en la mágica ciudad de Dubai… y sí, Yo soy capitalista y creo en el libre mercado.
Siempre he pensado que cada ser humano es libre de disfrutar del fruto de su trabajo como mejor le parezca y que el Estado es el responsable de auxiliar a las personas que se encuentren en situaciones desfavorables, porque si los ciudadanos pagan impuestos y las empresas pagan salarios justos, los individuos no están obligados a interferir en la política social, para eso se elige a un representante al poder Ejecutivo.
El problema viene cuando las políticas económicas y sociales hacen que la brecha entre ricos y pobres crezca a tal punto que los ciudadanos de un país eligen como representante a un encantador de serpientes, que promete acabar con la desigualdad social y destruye a una nación entera, de manera sistemática, pero “democrática”. Ese fue el caso de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, entre otros.
Sin duda el caso Venezuela resulta el más paradójico de todos, por tratarse de un país rico, con una democracia –supuestamente- blindada y con un aparato productivo en desarrollo. Pero la desigualdad social le pasó una altísima factura a la historia y, la que otrora fuera la democracia más sólida de América Latina, actualmente un dictador es capaz de imponer racionamientos de electricidad y asomar la idea de imponer tres minutos para el baño diario y no se generan reacciones de importancia, ni dentro ni fuera del país.
Hoy, que vivo en Colombia, he sido testigo de la indiferencia del ciudadano común ante los problemas sociales de sus compatriotas, como antes lo vi en Venezuela, sólo que ahora conozco la cara de la indiferencia y no quiero verla plasmada en suelo colombiano. La facilidad con la que se puede explotar un discurso de izquierda en Colombia, o en cualquier otro país donde la pobreza y la desigualdad estén gestando la bomba de tiempo que significa el resentimiento social, es un tema que me asusta, porque Yo no quiero ver reproducido el modelo venezolano en ningún otro país del mundo.
Definitivamente el ser humano es capaz de lograr las proezas más impresionantes que podamos imaginar, siempre y cuando la voluntad acompañe el sueño creador. Quizá si fuéramos un poco menos indiferentes con las necesidades de esos extraños, a quienes llamamos “los demás”, hace tiempo se hubiese erradicado la pobreza en el mundo, porque capacidad nos sobra, pero voluntad… ¡cuánta hace falta! Mientras tanto, mientras sigamos eligiendo la indiferencia como el camino a seguir en nuestras vidas, tendremos que lidiar con las repeticiones históricas de las luchas sociales, lideradas por psicópatas que agravan el problema y dejan al mundo más inhumano de lo que lo encontraron.

Adriana Pedroza

carta al tío Nacho, el eterno liberal.

Estoy leyendo, de nuevo, Mi Lucha, de Hitler. No es mi libro de cabecera, por si acaso.

Ocurre que llevo mucho tiempo realmente molesta con la Comunidad Internacional. Siento que hemos sido estafados por ese concepto vacío y fatuo que vive en la ONU, OEA, etc. Básicamente, no hemos aprendido nada de la historia, parece que nadie cree en la idea del Eterno Retorno del que tanto hablaba Nietzsche. Pero Nacho, mi querido tío Nacho... soy venezolana y siento que la historia se repitió, pero ahora en esta esquina del charco.

Te voy a hacer una confesión, a riesgo de padecer de tus intelectualísimas burlas e incluso de tu característico desprecio intelectual, pero Yo siento mucha identificación con algunas de las propuestas de Hitler. Honestamente, de corazón, si puliera el discurso y le quitara el tema judío o le eliminara el obstáculo germánico para el disfrute de los beneficios del III Reich, Yo hubiese sido nazi... Aunque quizá no, porque me hubiese encabronado que un sujeto -quienquiera que sea- me llamara "muchedumbre", como solía llamar Hitler a todos los demás.

Si tú lees los discursos de Hitler y los comparas con los discursos de Chávez, vas a encontrar una analogía escalofriante, vista a la luz del expost, setenta años post Hitler, diez años post Chávez, sin contar los que falten por vivir. Ambos han cumplido todas sus amenazas, ambos fueron subestimados por los grupos de poder nacional e internacional. Nadie les creyó capaces de hacer aquello que decían en lo que parecía ser un simple arranque de verborrea nacionalista.

No fue sino hasta la invasión de Varsovia cuando, a nivel internacional, se tomaron en serio la amenaza que Hitler significaba para la paz mundial. A Chávez todavía no lo consideran una amenaza internacional. Al fin y al cabo, ambos llegaron al poder de manera similar: primero intentaron irrumpir en el poder de forma ilegítima, ambos se declararon culpables y fueron a la cárcel. Luego llegaron al poder democráticamente y, basados en el pretexto de respeto a la soberanía nacional, se cometieron -y se cometen hoy- los más aberrantes atropellos a los derechos humanos ¡Pero la Comunidad Internacional no se quiere meter en esos problemas!

Puedes decirme paranoica, pero Yo no creo que el problema del suministro de electricidad y agua en Venezuela sea "un descuido" del gobierno. Yo creo que eso forma parte del plan, de la estrategia revolucionaria para lanzar una ofensiva militar contra Colombia. Y así como el pueblo alemán aupaba a su líder para que se intensificara la guerra, el pueblo venezolano lo hará cuando llegue el momento, porque se está -o lo están- acostumbrando a vivir en condiciones psicológicas de guerra. Cuando ésta llegue, el efecto emocional será mucho menor. Claro, nadie cree que sea posible, nadie cree que el Ejército venezolano pueda contra el ejército colombiano, pero Chávez no está solo y tiene un plan, pero no nos atrevemos a pensar que tan oscuro pueda ser ese plan.

Si antes te confesé que Yo hubiese sido nazi y que me siento identificada con algunas palabras del Füehrer, es porque siento un intenso terror del manejo de las emociones que logran algunos líderes, como Hitler o como Chávez. Y más que el temor a las emociones, siento pánico del efecto que la frustración acumulada tiene sobre las personas. Vivimos en un mundo cada vez más frustrante y cada vez más egoísta, más indiferente, más negligente. Si bien es cierto que hemos logrado avances importantes para dignificar al ser humano, no menos cierto es que nos hemos olvidado del vecino, del de al lado, del prójimo.

Fíjate, por ejemplo, lo que observo en Colombia. Hace una década, un bogotano no podía hacer un paseo fuera de la ciudad en carro, por temor a ser secuestrado por la guerrilla. Manejar a un pueblo o a una ciudad que quedase a una o dos horas de Bogotá, era un suicidio. Hoy pueden hacerlo con tranquilidad, porque el gobierno de Uribe hizo la tarea, por lo menos en este sentido. Sin embargo, al lograr esta tranquilidad, el bogotano se olvidó del problema subyacente, se olvidó de los afectados por los conflictos armados en el resto del país, se olvidó del hermano, de los problemas de "los otros", porque ya no sufren el conflicto en carne propia. Aquí hay una bomba de tiempo social que puede explotar en cualquier momento y que no se resuelve con la reelección de Uribe.

Igual que Chávez, Hitler acusaba de todos los problemas del país a los medios de comunicación y a los partidos políticos. Para el primero, el problema es que están en manos de la oligarquía, para el segundo, estaban en manos de los judíos. El pueblo, que necesita un culpable, les creyó. Hoy vemos en nuestro país la destrucción sistemática de los partidos políticos y el cierre constante de medios de comunicación. Los enemigos son externos y deben ser atacados, éso es producto de la frustración acumulada durante años, décadas.

La Comunidad Internacional suele intervenir tarde o, como en el caso de Honduras, intervenir mal. ¿Cómo se logra que el mundo comprenda la necesidad de reestructurar la política internacional? ¿Será, quizá, que los pilares fundamentales sobre los que se ha levantado el concepto de democracia y soberanía deben ser repensados?

No sé las respuestas a estas preguntas, quizá quieras compartir conmigo alguna idea. Por lo pronto, quisiera creer que el ciudadano común estará dispuesto a hacer algo para frenar el crecimiento de la semilla de la frustración individual y social en que viven nuestros países. Oportunidad, un respiro, un desahogo, una oportunidad que se le ofrezca a un prójimo para enfrentar un momento de adversidad puede cambiar el curso de la historia ¡Imagínate lo que se podría lograr con la suma de miles de oportunidades que cada uno de nosotros puede brindarle al que tenemos más cerca!

Adriana Pedroza