Friday, February 18, 2011

Lo que supe de la lactancia

Por esas cosas de la vida, y porque uno nunca sabe a dónde lo lleva la vida, he sabido cosas horribles que nunca he debido saber. Yo, inocente como siempre he sido, pensaba que la lactancia materna era un acto hermoso que unía a la madre y al hijo en cuerpo y alma, donde las miradas de la madre amorosa abrigaban al pequeño mientras su pecho alimentaba su cuerpo. Así, cual comercial de televisión, pensaba Yo que era el asunto.

Resulta que no, por lo menos no al principio.

Como en todo mito, la mujer que no satisfaga la condición de madre de portada de revista materna, capaz de amamantar a su hijito con una sonrisa en los labios, debe tener algún problema, pues la naturaleza ha provisto a la hembra mamífero del mecanismo perfecto para alimentar al crío de forma perfecta. Todas las hembras lo hacen y nadie ha sabido de una vaca deprimida porque no puede darle de comer a su ternero.

Pues, al parecer, la vaina duele… Sí, parece que duele muchísimo. No sólo duele físicamente, porque el bebé tiene que aprender a chupar y la mujer tiene que soportar el dolor mientras se activa la hormona y empieza a bajar la leche; también es el dolor psicológico, la frustración de ver que pasan los días y la leche no sale o no es suficiente para satisfacer el apetito del infante.

Por supuesto, nunca falta la tía, la abuela o cualquier mujer que le diga a la nueva madre “no te estreses mi amor, es que no todas las mujeres pueden amamantar”. El esposo, si lo tiene, se va a estresar porque ve que su hijo quedó con hambre y su mujer no es capaz de alimentarlo. Habrá quien le diga a la madre “si no puedes no puedes, asume tu vaina y dale un tetero… no vas a dejar morir a tu hijo de hambre ¿verdad?”. Y ahí se acabó el cuento. Ninguna madre permitiría que su hijo pase hambre, es mejor asumir solita su frustración y alimentar al bebé… al fin y al cabo, es ella el problema, es ella la que no puede producir la leche de vida para su propio hijo.

Por esas cosas del destino, que le ha dado por ponerme donde no debería estar, he aprendido algo de bebés y madres y leche materna y esas cosas locas. Entonces supe que toda mujer es capaz de producir leche, pero necesita que el cerebro aprenda el camino que lleva a la hormona a drenar el preciado líquido para que el bebé se pueda alimentar. Y eso sólo se logra con la succión. Además, esa lucha del bebé para conseguir alimento es fundamental para la formación del carácter del ser humano en desarrollo. Yo pensaba que uno venía al mundo sabiendo succionar y ahora me entero que no, que el bebé tiene que aprender esa actividad fundamental para su supervivencia.

He sabido que son diez días duros, a veces más, en los que la mujer debe soportar dolores intensos mientras el bebé chupa, tratando de obtener algo de alimento. Pero son días decisivos en los que ambos deben superar el primer gran reto juntos. Incluso el pezón se rompe, salen ampollas que luego se convierten en costras que se caerán y… sí, es terrible, pero es un paso necesario para el desarrollo de la relación y de la persona.

Yo no pienso tener bebés, pero si esto que aprendí le es de utilidad a alguna pareja mamá-bebé, pensaré que Dios no está tan loco como parece.