Para mí, como pensadora, como escritora, pero sobre todo como ser humano, la libertad de expresión es uno de los logros más importantes que ha conquistado el hombre a lo largo de la historia. Tener una idea o una opinión y poder expresarla sin límites a través de la palabra escrita, oral, de la música, de la pintura o de la danza, es sencillamente extraordinario. La libertad de expresión le otorga al hombre la oportunidad de ser creador, de hallar su camino óptimo para decir lo que quiera decir, bien sea en un poema o en una fotografía, en una sinfonía o en una escultura.
Los seres humanos, a través de la historia, se han ideado mecanismos para hacer frente a la censura. Los primeros cristianos escribieron en código para no ser castigados por el Imperio Romano; los rusos post-revolución criticaron el status quo a través de la música. Pintores, filósofos, teólogos y un sinfín de personas pensantes le hicieron saber al mundo su percepción de la realidad a través de innumerables vías y, gracias a ellos, conocemos parte de la verdad de los que entonces estaban silenciados.
Lamentablemente hoy no se sabe mucho de la lucha de la humanidad para conquistar tan preciado derecho, y no porque no exista información, sino porque a la gente no le importa el camino recorrido, simplemente disfrutan de las conquistas pasadas como si todo estuviera dado.
En mis más de dos semanas de incapacidad vi más televisión de la que acostumbro y pude ver casi con horror a lo que se ha llevado la libertad de expresión, lo cual me ha llevado a preguntarme ¿qué es lo que el hombre moderno desea expresar hoy?
En la televisión actual se transmiten programas donde los protagonistas realizan cualquier clase de hazaña estúpida, con el único fin de salir lesionados. Hay otros programas donde jóvenes que han resultado seriamente lastimados, e incluso deformes, muestran sus “heridas de guerra” de la manera más grotesca que se pueda imaginar. Los Reality son la nueva manera de encontrar pareja en la era moderna y muestran a hombres y mujeres actuando de la manera más absurda posible para conquistar el corazón del protagonista. Incluso en MTV, un canal cuyo target son jóvenes en formación, existe uno de estos programas en donde la protagonista es bisexual y participan hombres y mujeres. Las escenas son dignas de una porno suave, no aptas para público menor de edad. Sin embargo, durante el día se transmiten escenas con avances del programa en cuestión.
Sorprendentemente en muchas series de Tv que vi existe una pareja de lesbianas. Habiendo explotado hasta el hastío la homosexualidad masculina, ahora le toca el turno a la homosexualidad femenina y parece que los medios están empeñados en mostrar que ser lesbiana es chévere. No pude menos que horrorizarme al ver un programa donde se recorre el mundo para mostrar gente desnuda, mujeres que se levantan la blusa y enseñan los senos apenas ven la cámara, mujeres que se besan entre ellas sólo porque es un programa de televisión. Y aclaro, no tengo nada en contra del desnudo, no tengo nada en contra de la pornografía, pero creo que hay espacios y edades para todo. No me imagino qué pensará una chica de quince años que ve a dos mujeres en una fiesta levantándose la franela y besándose entre ellas; quizá le parezca obsceno, quizá en la próxima fiesta esta chica y bese a sus amigas para parecer que está en onda.
Yo no estoy a favor de la censura. Yo creo que la gente debe poder decidir qué consume, qué ve, qué escucha y cómo vive. Sin embargo, si se me pidiera votar a favor o en contra de censurar este tipo de programas, tendría que tomar tiempo para pensarlo.
Por una parte están los niños y jóvenes que, impulsados por la curiosidad natural, pueden verse tentados a ver esa realidad nueva que ellos desconocen. Son seres humanos cuyos valores morales están en formación, personas en quienes el sentido de lo “normal” está en formación y pueden llegar a pensar que humillarse para conquistar a un hombre es normal, o que ser bisexual está bien o que partirse la cabeza haciendo una pirueta en patineta es divertido.
No obstante, el tema real –a mi parecer- es entender qué se está tratando de expresar con estas imágenes. ¿Es un acto de rebeldía contra el status quo? ¿Es pura y simple idiotez? ¿O será que en el empeño de algunos por sobreponer los sentidos a la razón se está llevando al límite el despertar de la sensualidad?
Durante décadas se ha forzado al ser humano a respetar una serie de códigos morales que resultaron ser demasiado opresivos para la salud mental. La religión, el Estado, la familia y todas las instituciones a lo largo de la historia han condenado a la mujer a ser esposa y madre, en ese orden. La mujer logró liberarse de muchas ataduras y, pese al costo social implícito, empezó a ocupar plazas de trabajo que antaño estaban reservadas para el sexo masculino. La mujer se liberó del corsé, de la falda, de la cocina, y se puso los pantalones para caminar hacia su independencia. La revolución femenina tuvo algunos logros y unos cuantos desaciertos, pero sin lugar a dudas la mujer no volvió a ser la misma después de que se legalizara la píldora anticonceptiva, después de que se ganó su dinero, después de que se dijo que aun estando casada no estaba obligada a tener sexo si no quería. Hubo muchos avances en el papel y en la realidad, pero algo faltó. Y definitivamente todavía falta algo porque, de no ser así, cómo se explica que existan tantas mujeres que, por una parte, parezca empeñada en ser un objeto sexual y, por la otra, se culpe a la mujer de los fracasos de la sociedad. Porque se sigue diciendo que “esas cosas pasan porque ya no hay una madre en casa que eduque a los hijos”, ese es un lugar común.
El empleo excesivo del desnudo en la comunicación visual, la vulgarización del sexo en los medios, la cosificación del amor en los programas de televisión, el uso de imágenes de accidentes y lesiones de forma grotesca y sin mensaje, son mensajes que la sociedad está transmitiendo a modo de un grito de auxilio. Y esos mensajes retroalimentan las carencias emocionales de la sociedad futura, quedan almacenados en el subconsciente social, en las preferencias de placer, en la selección de medios para demostrar amor o coraje. Los medios de comunicación, en uso o abuso de la libertad de expresión, crean los valores sociales, unos positivos y otros evidentemente destructivos.
Cabe entonces preguntarse ¿qué vamos a hacer para contrarrestar los mensajes nocivos que llegan a la gente a través de los medios de comunicación? Pero, sobre todo, ¿qué vamos a hacer para sanar esa herida social que está supurando en esos mensajes?
Hace años se eliminó de los pensum de estudios las materias relacionadas con valores. Ya no se ve religión en las escuelas, porque hay que respetar el derecho de las religiones minoritarias. Ya no dictan clases de educación cívica, ya no se ve ética; ni siquiera los maestros pueden increpar a los estudiantes por temor a ser demandados. No existe autoridad Divina o terrenal capaz de ponerle freno a la libre expresión de los jóvenes, porque confundimos el respeto de los derechos de los niños y adolescentes con supresión de cualquier autoridad. Quizá era necesario hacer el experimento, pero nunca es tarde para recapacitar y aprender de los errores. Los límites existen porque son necesarios. Y aún cuando no se pueda establecer una línea histórica de la selección de los valores morales de la humanidad, a lo largo de la historia del mundo occidental, han sobrevivido las normas éticas que benefician a las sociedades en el corto y largo plazo.
La educación, formal o informal, es la única vía plausible para hacer frente a la angustia latente de la modernidad. El hombre moderno, a pesar de todos los juguetes que tiene a la mano para distraerse de su hastío, está insatisfecho, molesto, amargado, solo y triste. A través de los mensajes subyacentes que se pueden leer en estos programas, se ve un ser humano desesperado por atención, compañía y amor. Al contrario de lo que algunos piensan, Yo no veo en la sociedad moderna algo parecido a una dictadura de la razón, lo que veo es un libertinaje de las expresiones de sensualidad que no encuentran correspondencia en todo el sistema de funcionamiento humano. El hombre es razón y sentidos, ninguno de los dos puede ser abandonado para la satisfacción del otro.
El reto de hoy y de mañana es educar al ser humano para aceptarse como un ser integral, enseñarle a fusionar la razón y los sentidos, enseñarlo a ser libre para pensar, libre para expresarse, libre para elegir, libre para amarse y amar. De lo contrario, veremos sociedades de siervos libres, personas que creen elegir sin darse cuenta de cuán mediatizada está su elección. Educación, por muy lugar común que suene, es la vía y es el reto de los que queremos un mundo realmente libre.
Adriana Pedroza