Estaba viendo un
documental sobre la Madre Teresa de Calcuta, llamado “El ángel del infierno”.
En dicho documental se
dedican a destruir la imagen de Santa de la Madre Teresa y cuestionan los
procedimientos que se empleaban –o emplean- en el hospicio donde laboraba y
atendía a los moribundos. Críticas
además apoyadas por médicos occidentales, quienes opinaban que muchos de esos
enfermos podrían curarse con un simple tratamiento de antibióticos o
cuestionaban que a pacientes con cáncer no se les suministrara morfina.
¡El ángel del
infierno! Un documental basado en la
hipótesis de que la Madre Teresa de Calcuta es un producto mediático, creado
por una productora que trabaja para la BBC.
Así, a lo largo del documental, invierten una enorme cantidad de
recursos en desmitificar a una mujer a quienes muchos consideran Santa.
A veces pienso que una de
las razones por las cuales a la humanidad le ha costado tanto avanzar, es por
el empeño en demostrar que los demás son malos, aun cuando parezcan
santos. De hecho, parece haber un gusto
morboso en la destrucción de una reputación: mientras mejor parezca ser la
persona es más satisfactorio enlodar su nombre y su obra.
Muchos incautos caen seducidos
ante las aparentes demostraciones de esa hipótesis: La Madre Teresa de Calcuta
era mala, un ángel del infierno. No se
detienen a pensar que las condiciones y los recursos con los que trabajan los
médicos que criticaron los procesos empleados por la Madre Teresa son muy
diferentes a los existentes en Calcuta.
Y es lo triste, cuando se poseen los recursos para atacar condiciones
indeseables parece muy difícil entender que otros –que carecen de esos
recursos- no usen los métodos con los cuales estamos familiarizados.
Entonces surge la
crítica, no la constructiva, sino la otra, la fácil, la inmediata, la no
pensada, la crítica destructiva. Y no
estoy en desacuerdo con la crítica, porque pienso que ésta permite la evolución
de los procesos y las personas, siempre y cuando se haga un uso nutricio de los
cuestionamientos a un objetivo en particular.
Vale entonces preguntarse ¿Se quiere atacar a la persona o a los
procesos? Hipotéticamente hablando,
asumamos que estos nobles críticos pusieron a disposición de la Madre Teresa y
su equipo los recursos necesarios para atacar las enfermedades de aquellos que
podrían curarse y ella los rechazó porque estaba convencida en que el
sufrimiento los acercaba más a Dios; pues entonces usen los recursos que tienen
y háganlo mejor.
Yo estoy convencida que
si cambiamos el enfoque del pensamiento y nos ocupamos de las cosas que nos
preocupan, estaremos encaminados a tener ese mundo ideal que prometen
religiosos y comunistas. Hay miles de
millones de personas que están haciendo buenas obras en todo el mundo, pero es
más fácil enfocarse en los cientos que
están haciendo cosas malas. Criticar es
más fácil, ver lo negativo es más fácil, dejar que ocurra el choque y luego
decir triunfante “yo sabía que eso iba a pasar”, es la actitud más fácil y
estúpida que puede tener el ser humano.
En lugar de criticar, de
amargarse e invertir recursos en señalar lo que está mal, podemos usar nuestra
capacidad constructiva para participar activamente en la creación del
bien. Si a usted no le gusta lo que ve
en las noticias, haga algo, piense cómo podrían hacerse mejor las cosas y
actúe. Busque ejemplos, experiencias
exitosas del bien, investigue dónde y cómo se están haciendo labores que a usted
le gustaría replicar y haga lo que le parezca más conveniente, pero por el amor
de Dios ¡Actúe más y critique menos!
Para que se pueda
escribir el pasado en un futuro mejor, alguien tiene que hacer el
presente. Actúe.
Adriana Pedroza