No tengo salud, ni dinero, ni amor. Lo único que me arrancaba una sonrisa, lo único que me hacía sentir feliz, realmente feliz, era cuando ALEMANIA ganaba o cuando ganaba el Bayern Munich. Pero parece que, definitivamente, las cosas pasan sólo cuando Dios quiere y si es que quiere. Yo estoy encabronada hasta la médula y, cuando me encabrono, me pongo blasfema y hereje.
Hoy perdió ALEMANIA y siento que me quitaron la cuerdita de donde se sostenía ese poquito de fe que estaba arrinconada en la esquina de alguna gaveta. Porque, cuando ganaba ALEMANIA, sentía fe, sentía ganas de actuar, sentía un empuje que salía de no sé dónde para hacer cosas que, eventualmente, podrían resultar en algo bueno.
Pero todo es de Dios y todo pasa si Dios quiere. El problema es que Él parece que nunca quiere lo que Yo quiero. Y allí tenemos un problema serio, porque si es como dicen, mi vida no es mi vida sino es de Dios, Yo digo que agarre su vida y haga lo que le de la gana pero que no me joda, porque si me invita al paseo por lo menos que me deje disfrutarlo.
Estoy tan, pero tan encabronada que me pregunto ¿qué coño le costaba a Dios dejar que ganara ALEMANIA? ¿Será que se siente mucho placer jodiéndome la vida? ¿Hay alguna reacción erógena cuando me ve llorar? Yo no entiendo, a menos que Osama Bin Laden deje de hablar tanta mierda y de verdad explote una bomba en la final del Mundial, voy a seguir sin entender por qué no ganan los mejores. Si explota una bomba, y me perdonarán mis amigos holandeses, Yo pediré perdón a Dios por mis palabras, pero mientras tanto ¡Estoy encabronada!
Esto que pasó hoy me hace pensar en el fulano libre albedrío, que parece más un pecado que un derecho. Y sí, me siento como Edipo, porque Edipo creyó poder cambiar su destino y actuó de manera tal que su destino –que era una mierda- no pudiese cumplirse. Al final ganó el destino y Edipo se jodió. Aunque él y sus verdaderos padres trataron de evitar su destino, no lograron nada, el libre albedrío termina siendo el opio de los rebeldes. Es como salir a jugar un Mundial de fútbol sabiendo que, sin importar lo bien que juegues, si al destino no le da la gana, da lo mismo lo que hagas. Sin importar si eres la mejor selección de fútbol que ha viajado al Mundial, si Dios no quiere, estás jodido.
Yo, personalmente, siempre tendré problemas con Dios. Y no me importa si termino perdiendo siempre, pero alguien tiene que sentar un precedente en este mundo: Mi voluntad también cuenta, si Dios quiere nos sentamos a negociar lo que Yo quiero y lo que Él quiere. Caso contrario, nos seguiremos dando coñazos hasta que decida mandarme un rayo fulminante o, quién sabe, Yo termine ganando por cansancio mental del contrincante y este mundo se termine de joder… o de componer, nunca se sabe.
Adriana Pedroza
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