Permíteme presentarme, no te alarmes, soy el dueño de tu alma, hace tiempo te la compré.
¿No lo sabes? ¡Eres mi siervo! Cada vez que le das la espalda a ese que te quieren vender como tu prójimo, haces mi trabajo en la tierra. Cada vez que humillas al que está débil, haces tu parte en mi plan.
Te veo, mi querido aprendiz, hablando de Dios y sirviéndome sigilosamente, haciendo que el débil se pregunte ¿cómo Dios permite estas cosas?... ¿Tienes idea cuántas veces otros han dudado de “la promesa de Dios” después de algún acto que has llevado a cabo? No lo sabes, porque yo te doy la paz mental que necesitas para dormir tranquilo pensando que no has hecho nada malo. Yo me encargo de que la culpa no llegue a tu conciencia, para que estés tranquilo, para que puedas dormir en paz, pensando que has obrado bien, “según la voluntad de Dios”.
Tú escuchas mis palabras, sigues mi camino y crees escuchar la voz de El Señor. Hablas de El señor ignorando que yo soy tu Señor. Has probado las mieles del poder y lo has usado para mis propósitos. No lo notas, pero te sientes tan importante que atropellas a quienes se atraviesan en el camino de satisfacer tus necesidades. Sí, tus necesidades son más importantes que cualquier promesa vana que hayas hecho; tus necesidades sobrepasan las necesidades de todos los demás, tú eres más importante, tu tiempo es más valioso, tú vales más que esos personajes que están urgidos por recibir algunas de las migajas que les puedas dar. Aprovecha la debilidad del otro, caza las necesidades de los demás, ellos necesitan tus limosnas más de lo que tú los necesitas a ellos. Disimula tus intenciones, porque no sabes cuándo el débil puede agarrar fuerzas; pero cuando lo haga, se vengará de la vida y humillará a quienes pueda; así habrás conseguido un nuevo soldado para mi causa, me habrás servido y yo te recompensaré.
Veo el triunfo cerca, puedo saborearlo en la rabia y la impotencia de quienes se enfrentan solos a la vida. Yo estoy a tu lado y tú haces mi trabajo, sembrando lágrimas a tu paso. No temas, nunca sabrás cuánto mal has hecho, yo te libraré de la culpa, te llenaré de razones para justificar tus actos, siempre tendrás una explicación lógica para hacer lo que haces, yo te doy la razón. Y si alguien osa culparte de algo, yo estaré a tu lado para castigar su atrevimiento y humillarlo.
Mi querido siervo, eres libre; no por ninguna verdad, no por esa verdad que te quieren vender como liberadora. Eres libre porque mí, porque yo soy tu dueño y necesito que sientas esa tranquilidad que sólo yo puedo ofrecerte.
Me llaman El Demonio, Satán, Lucifer, Mefistófeles, pero tú me puedes llamar Señor, Amo, Maestro. Yo te muestro el camino que te llena de satisfacciones sin culpas. No importa cuánto nombres a Dios, sigue hablando de Dios, lo importante es que me adoras a través de tus acciones. No me importan tus palabras, me importan los resultados de tus actos, me importa todo el mal que siembras a tu paso.
Usa el nombre de Dios en vano mientras sacas provecho de la vulnerabilidad de los otros, así como lo has venido haciendo. Hinca tus dientes en la carne de aquellos que muestran fragilidad; acecha como un lobo a los más débiles de la manada mientras le ofreces una oración al Señor. Y yo, mi querido siervo, saborearé la sangre del cordero de Dios mientras tú continúas mi obra en la tierra.
Tu Señor,
Satanás.
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