El dinero no hace la felicidad, es cierto, pero no menos cierto es que cualquier función matemática que pretenda medir la felicidad, necesariamente debe incorporar el dinero entre las variables que expliquen el fenómeno.
Pese a repudiar a los españoles, para efectos de las apuestas, los puse como ganadores, con un marcador 1 a 0. Pero el resultado en cuestión tenía que darse en los 90 minutos, por las reglas concertadas entre los participantes. Dado lo anterior, Yo pensé: si gana Holanda, no gano el dinero, pero voy a recibir una oleada de felicidad, el fresco aroma de la venganza. Pero si gana España, me ganaré el dinero. Olvidé, por supuesto, que Dios tiene un sentido del humor más negro que el mío.
El famoso “Si Dios quiere” me volvió a dejar a mitad de camino: acerté el marcador final, pero no me sirve de nada, me quedo sin el botín y sin la alegría. Claro que no faltará algún fanático religioso que diga que las cosas pasan cuando Dios quiere y que Dios tiene un plan y que el plan de Dios es perfecto.
Apartando el hecho de que el fucking pulpo Paul es la versión moderna del Oráculo de Delfos, a mí me ha dado por pensar un poco más en esa idea de que el plan de Dios es perfecto, porque quienes lo afirman siempre cuentan historias como que perdieron el avión para ir a casa y resultó que ese avión fue el que chocó contra alguna de las Torres Gemelas o que iba a viajar a Haití justo el día del terremoto y no pudo hacerlo por lo que sea, pero –en síntesis- Dios lo salvó y tienen su prueba. Yo no, no tengo ninguna prueba, todo queda en especulaciones.
Obviamente, creo que Dios existe, pero a veces creo que es un poco… coño de madre, para decirlo de una manera suave. La máxima prueba de ello es Job –con quien creo que Dios se empeña en confundirme- quien fue sometido a tantas pruebas que terminó siendo un ejemplo de masoquismo o idiotez, no lo sé. Al final Dios lo premió, pero si Yo fuera Job me preguntaría ¿valió la pena?
Supongamos que Dios tiene un plan y que el susodicho plan es el mejor resultado posible, dada la combinación de una serie de variables aleatorias. Yo propondría que el plan en cuestión me sea presentado, con la función subyacente, para poder estimar mi curva de utilidad y decidir si participo o no en el juago, porque si conozco hasta cuándo y cuánto tengo que soportar la parte negativa del plan, puedo prepararme y decidir si el intercambio vale la pena. Realmente, eso de la felicidad eterna en el más allá, no me convence, a menos que se me presenten evidencias claras de la existencia de un más allá y de la fulana eternidad.
¡Levanto mi voz por un juego justo y transparente!
Adriana Pedroza
Sunday, July 11, 2010
Wednesday, July 07, 2010
De herejias y blasfemias
No tengo salud, ni dinero, ni amor. Lo único que me arrancaba una sonrisa, lo único que me hacía sentir feliz, realmente feliz, era cuando ALEMANIA ganaba o cuando ganaba el Bayern Munich. Pero parece que, definitivamente, las cosas pasan sólo cuando Dios quiere y si es que quiere. Yo estoy encabronada hasta la médula y, cuando me encabrono, me pongo blasfema y hereje.
Hoy perdió ALEMANIA y siento que me quitaron la cuerdita de donde se sostenía ese poquito de fe que estaba arrinconada en la esquina de alguna gaveta. Porque, cuando ganaba ALEMANIA, sentía fe, sentía ganas de actuar, sentía un empuje que salía de no sé dónde para hacer cosas que, eventualmente, podrían resultar en algo bueno.
Pero todo es de Dios y todo pasa si Dios quiere. El problema es que Él parece que nunca quiere lo que Yo quiero. Y allí tenemos un problema serio, porque si es como dicen, mi vida no es mi vida sino es de Dios, Yo digo que agarre su vida y haga lo que le de la gana pero que no me joda, porque si me invita al paseo por lo menos que me deje disfrutarlo.
Estoy tan, pero tan encabronada que me pregunto ¿qué coño le costaba a Dios dejar que ganara ALEMANIA? ¿Será que se siente mucho placer jodiéndome la vida? ¿Hay alguna reacción erógena cuando me ve llorar? Yo no entiendo, a menos que Osama Bin Laden deje de hablar tanta mierda y de verdad explote una bomba en la final del Mundial, voy a seguir sin entender por qué no ganan los mejores. Si explota una bomba, y me perdonarán mis amigos holandeses, Yo pediré perdón a Dios por mis palabras, pero mientras tanto ¡Estoy encabronada!
Esto que pasó hoy me hace pensar en el fulano libre albedrío, que parece más un pecado que un derecho. Y sí, me siento como Edipo, porque Edipo creyó poder cambiar su destino y actuó de manera tal que su destino –que era una mierda- no pudiese cumplirse. Al final ganó el destino y Edipo se jodió. Aunque él y sus verdaderos padres trataron de evitar su destino, no lograron nada, el libre albedrío termina siendo el opio de los rebeldes. Es como salir a jugar un Mundial de fútbol sabiendo que, sin importar lo bien que juegues, si al destino no le da la gana, da lo mismo lo que hagas. Sin importar si eres la mejor selección de fútbol que ha viajado al Mundial, si Dios no quiere, estás jodido.
Yo, personalmente, siempre tendré problemas con Dios. Y no me importa si termino perdiendo siempre, pero alguien tiene que sentar un precedente en este mundo: Mi voluntad también cuenta, si Dios quiere nos sentamos a negociar lo que Yo quiero y lo que Él quiere. Caso contrario, nos seguiremos dando coñazos hasta que decida mandarme un rayo fulminante o, quién sabe, Yo termine ganando por cansancio mental del contrincante y este mundo se termine de joder… o de componer, nunca se sabe.
Adriana Pedroza
Hoy perdió ALEMANIA y siento que me quitaron la cuerdita de donde se sostenía ese poquito de fe que estaba arrinconada en la esquina de alguna gaveta. Porque, cuando ganaba ALEMANIA, sentía fe, sentía ganas de actuar, sentía un empuje que salía de no sé dónde para hacer cosas que, eventualmente, podrían resultar en algo bueno.
Pero todo es de Dios y todo pasa si Dios quiere. El problema es que Él parece que nunca quiere lo que Yo quiero. Y allí tenemos un problema serio, porque si es como dicen, mi vida no es mi vida sino es de Dios, Yo digo que agarre su vida y haga lo que le de la gana pero que no me joda, porque si me invita al paseo por lo menos que me deje disfrutarlo.
Estoy tan, pero tan encabronada que me pregunto ¿qué coño le costaba a Dios dejar que ganara ALEMANIA? ¿Será que se siente mucho placer jodiéndome la vida? ¿Hay alguna reacción erógena cuando me ve llorar? Yo no entiendo, a menos que Osama Bin Laden deje de hablar tanta mierda y de verdad explote una bomba en la final del Mundial, voy a seguir sin entender por qué no ganan los mejores. Si explota una bomba, y me perdonarán mis amigos holandeses, Yo pediré perdón a Dios por mis palabras, pero mientras tanto ¡Estoy encabronada!
Esto que pasó hoy me hace pensar en el fulano libre albedrío, que parece más un pecado que un derecho. Y sí, me siento como Edipo, porque Edipo creyó poder cambiar su destino y actuó de manera tal que su destino –que era una mierda- no pudiese cumplirse. Al final ganó el destino y Edipo se jodió. Aunque él y sus verdaderos padres trataron de evitar su destino, no lograron nada, el libre albedrío termina siendo el opio de los rebeldes. Es como salir a jugar un Mundial de fútbol sabiendo que, sin importar lo bien que juegues, si al destino no le da la gana, da lo mismo lo que hagas. Sin importar si eres la mejor selección de fútbol que ha viajado al Mundial, si Dios no quiere, estás jodido.
Yo, personalmente, siempre tendré problemas con Dios. Y no me importa si termino perdiendo siempre, pero alguien tiene que sentar un precedente en este mundo: Mi voluntad también cuenta, si Dios quiere nos sentamos a negociar lo que Yo quiero y lo que Él quiere. Caso contrario, nos seguiremos dando coñazos hasta que decida mandarme un rayo fulminante o, quién sabe, Yo termine ganando por cansancio mental del contrincante y este mundo se termine de joder… o de componer, nunca se sabe.
Adriana Pedroza
Subscribe to:
Posts (Atom)