En las últimas semanas he recibido varias veces un email que habla sobre una película, aparentemente, muy controversial. Se trata de Corpus Christi, film en el cual –según dice el comunicado en cuestión- presenta a Jesús y sus Apóstoles como homosexuales. En dicho email se me pide que lo reenvíe a todos mis contactos para evitar que la película sea presentada en América Latina, pues, parafraseando lo que dice, no podemos permitir que semejante irrespeto a Nuestro señor se materialice. Es más, hay una línea al inicio del texto que me llamó poderosamente la atención, que dice algo así como, se atreverían a hacer algo similar de Mahoma y los Musulmanes?
Es, por lo menos, curioso notar que una religión que se basa en las enseñanzas de una persona que predicó el amor, el perdón y la igualdad de todos los hijos de Dios, haya engendrado tanta intolerancia en el seno de su iglesia. Yo no sé si a los cristianos, sean Católicos, Evangélicos, Testigos de Jehová o lo que sea, les importa más la vida privada y los chismes detrás de cámara de la vida de Cristo o sus actos, su ejemplo, su mensaje.
El Jesús de los Evangelios estaba constantemente rodeado de enfermos, problemáticos, prostitutas, etc. Quizá es que salvarlos era más divertido que estar rodeado de los buenos, porque los buenos juzgan demasiado, los buenos son aburridos, medio estúpidos… sin ánimo de juzgar a nadie, porque tienen más de un siglo repitiendo la misma historia y todavía no la han entendido.
Personalmente, Yo no creo que la vida sexual de Jesús entre en conflicto con su mensaje de amor, perdón e igualdad. Si Cristo conoció o no mujer en sentido bíblico, ese es SU problema. A mí no me interesa. Si se dijera que golpeaba a su mujer, ese es otro cuento, porque eso sí entra en conflicto con sus palabras. Si Jesucristo era gay, ese es SU problema. El mensaje no se altera por las preferencias sexuales de ése a quien los cristianos llaman Nuestro Señor. Igual murió en la cruz por el perdón de nuestros pecados, igual se enfrentó a los paradigmas sociales de la época y habló de un montón de cosas que los cristianos del mundo repiten sin cesar y las mandan en mensajes cargados de paisajes y angelitos y musiquita “celestial”. Sin embargo, la intolerancia de algunos cristianos llega a tal nivel de ubicar el mensaje de Cristo en el mismo nivel de conciencia que el mensaje de Mahoma… aunque no he estudiado seriamente a éste último, tengo la ligera sensación de que las diferencias abundan.
Yo, Adriana Pedroza, no voy a ver la película porque no me interesa la vida sexual de Jesús. Si quiero ver erotismo, prefiero otro personaje. Sin embargo, y a pesar de lo intolerante que soy, respeto a las personas y su libertad de elegir sus preferencias de alcoba. Lo que haga un ser humano en materia sexual, siempre que sea consensuado y consciente, no lo hace mejor o peor persona. Aunque no me agrade ver a dos personas del mismo sexo dándose demostraciones de cariño en público, reconozco que –guardando el respeto a las reglas de convivencia ciudadana- tienen tanto derecho como cualquier otra pareja.
Yo, que he dedicado tanto tiempo a ser intelectual y físicamente superior, decidí dedicar tiempo y energía a ser moral y espiritualmente superior y, en ese difícil camino, he podido notar que la intolerancia y la arrogancia de los buenos, de esos que se llaman a sí mismos buenos y piadosos, es más dañina que cualquier acción de cualquier malo desnudo. Quizá es que los predicadores del final de los tiempos tienen razón y está aquí, frente a nosotros, el momento del falso profeta y el anticristo. Y, cuidado, ustedes, los buenos, porque nadie sabe quién es el anticristo, ni el propio anticristo sabe quién es y cuál es su papel. No sé, digo Yo, tal vez el anticristo es cualquiera de los que está leyendo esto, quién dice que no puede ser. Yo sólo sé que no puedo ser el anticristo porque ese es un personaje carismático y Yo… bueno… algo me tenía que faltar.
Adriana Pedroza
Friday, June 17, 2011
Thursday, June 02, 2011
Entre creer y no creer
Y entonces me preguntabas, o te preguntabas a ti misma, cómo es posible que existan tantos ateos a quienes les va tan bien y, siendo uno creyente, cristiano, y orando tanto, las cosas nos estén saliendo tan mal.
La pregunta me quedó dando vueltas en la cabeza por días, así que, aun sin saber si realmente di con la respuesta, por lo menos encontré un razonamiento que me ha hecho sentir mucho mejor.
Partamos de un principio básico, al menos para mí, la voluntad de Dios para mí es lo mejor y sólo lo mejor, el bien máximo, la Gloria, como diría cualquier católico o cristiano. Otro elemento fundamental: Dios ama a toda su obra. Así que, ore o no ore, crea o no crea, Dios nos ama a todos por igual. Sí, lo sé, a mí también me parece un poco injusto, sobre todo porque estoy absolutamente convencida de que a mí me ama un poquito más, pero parece que el amor es el mismo para todos. Así que creyentes, laicos, ateos o lo que sea, la voluntad de Dios para todos es el bien.
Enseguida viene otra frase trillada: Deja ir y deja a Dios actuar. Eso es lo más difícil del mundo. Cuando estamos en medio de una situación difícil, tendemos a orar pidiendo ayuda, tratamos de adivinar cómo hará Dios para resolvernos la vida, nos desesperamos porque Dios se tarda más de lo que “debería”. El ateo, como no cree que Dios va a salvarlo –porque no cree en Dios-, efectivamente deja ir y deja a Dios actuar. Paradójicamente, para el ateo es más fácil dar ese primer paso fundamental para la solución de las situaciones difíciles, porque hace lo que tiene que hacer, lo que debe hacer, lo que está en sus manos y, sin estar consciente de ello, deja a Dios hacer SU parte.
Por desgracia, muchos creyentes están convencidos de que cualquier crisis, situación desfavorable o reto en la vida, es una prueba que Dios nos impone. Así, casi siguiendo a Calvino al pie de la letra, si tú no estás bien, si no eres próspera, es porque Dios no está contigo, porque no eres “elegida” o, peor aún, hay muchos que sostienen que estás pagando por algún pecadillo cometido contra Dios… cuando se supone que Jesús murió por el perdón de nuestros pecados ¿no? ¿acaso eso no nos asegura ya la Salvación?
Tal vez si cambiamos el modo de pensar y reemplazamos el temor por fe, si actuamos como ateos en las crisis y como cristianos en la prosperidad, sería más fácil transitar los momentos ásperos.
Trabajando con niños he aprendido algo: si realmente quieres ayudarlos a formarse como seres humanos integrales, independientes y sabios, a veces debes dejarlos llorar, a veces debes dejarlos resolver solos las situaciones en las que se meten. Si no dejas que un niño camine, aunque te abrace las piernas y te pida gimiendo que lo cargues, nunca va a aprender a caminar; si no dejas que un niño llore porque prefiere dormir en tus brazos que en la cuna, aunque se te parta el corazón escuchando su llanto y viéndolo estirarte los brazos para que lo cargues, nunca va a aprender a dormir solo, a ser independiente, a crecer sano.
A veces, viendo el comportamiento de los niños, aprendo más de mí misma y de mi relación con Dios. ¡Y las pataletas que Yo hago son de magnitudes bíblicas! Pero, así como los niños, Yo estoy creciendo, y con ellos he aprendido a creer que lo que viene es mejor. Incluso cuando, después de aprender a caminar, me he caído y he deseado volver a la época de los brazos, sólo me ilusiona saber que muy pronto voy a poder correr.
Adriana Pedroza
La pregunta me quedó dando vueltas en la cabeza por días, así que, aun sin saber si realmente di con la respuesta, por lo menos encontré un razonamiento que me ha hecho sentir mucho mejor.
Partamos de un principio básico, al menos para mí, la voluntad de Dios para mí es lo mejor y sólo lo mejor, el bien máximo, la Gloria, como diría cualquier católico o cristiano. Otro elemento fundamental: Dios ama a toda su obra. Así que, ore o no ore, crea o no crea, Dios nos ama a todos por igual. Sí, lo sé, a mí también me parece un poco injusto, sobre todo porque estoy absolutamente convencida de que a mí me ama un poquito más, pero parece que el amor es el mismo para todos. Así que creyentes, laicos, ateos o lo que sea, la voluntad de Dios para todos es el bien.
Enseguida viene otra frase trillada: Deja ir y deja a Dios actuar. Eso es lo más difícil del mundo. Cuando estamos en medio de una situación difícil, tendemos a orar pidiendo ayuda, tratamos de adivinar cómo hará Dios para resolvernos la vida, nos desesperamos porque Dios se tarda más de lo que “debería”. El ateo, como no cree que Dios va a salvarlo –porque no cree en Dios-, efectivamente deja ir y deja a Dios actuar. Paradójicamente, para el ateo es más fácil dar ese primer paso fundamental para la solución de las situaciones difíciles, porque hace lo que tiene que hacer, lo que debe hacer, lo que está en sus manos y, sin estar consciente de ello, deja a Dios hacer SU parte.
Por desgracia, muchos creyentes están convencidos de que cualquier crisis, situación desfavorable o reto en la vida, es una prueba que Dios nos impone. Así, casi siguiendo a Calvino al pie de la letra, si tú no estás bien, si no eres próspera, es porque Dios no está contigo, porque no eres “elegida” o, peor aún, hay muchos que sostienen que estás pagando por algún pecadillo cometido contra Dios… cuando se supone que Jesús murió por el perdón de nuestros pecados ¿no? ¿acaso eso no nos asegura ya la Salvación?
Tal vez si cambiamos el modo de pensar y reemplazamos el temor por fe, si actuamos como ateos en las crisis y como cristianos en la prosperidad, sería más fácil transitar los momentos ásperos.
Trabajando con niños he aprendido algo: si realmente quieres ayudarlos a formarse como seres humanos integrales, independientes y sabios, a veces debes dejarlos llorar, a veces debes dejarlos resolver solos las situaciones en las que se meten. Si no dejas que un niño camine, aunque te abrace las piernas y te pida gimiendo que lo cargues, nunca va a aprender a caminar; si no dejas que un niño llore porque prefiere dormir en tus brazos que en la cuna, aunque se te parta el corazón escuchando su llanto y viéndolo estirarte los brazos para que lo cargues, nunca va a aprender a dormir solo, a ser independiente, a crecer sano.
A veces, viendo el comportamiento de los niños, aprendo más de mí misma y de mi relación con Dios. ¡Y las pataletas que Yo hago son de magnitudes bíblicas! Pero, así como los niños, Yo estoy creciendo, y con ellos he aprendido a creer que lo que viene es mejor. Incluso cuando, después de aprender a caminar, me he caído y he deseado volver a la época de los brazos, sólo me ilusiona saber que muy pronto voy a poder correr.
Adriana Pedroza
Subscribe to:
Posts (Atom)