Fulana de tal es una señora decente, casada y con tres hijos. Venezolana optimista, con una fe inquebrantable en el pueblo venezolano y en todo lo que huela a arepa con carne mechada. Siempre va con toda su familia a cuanta concentración opositora se convoque y, por supuesto, el 30 de noviembre a las 10 de la noche sus hijos se cansaron de quemar fuegos artificiales, como estaba previsto que hicieran los seguidores de Rosales. Ella votó, su esposo votó, su segunda hija votó, pero dos de los tres terruños no votaron. De hecho, la menor (que tiene 23 años) ni siquiera está inscrita en el REP. El mayor no votó porque ha estado trabajando demasiado y aprovechó ese día para recuperarse y ella, madre abnegada, lo dejó dormir todo el día porque le daba lástima con el muchacho. A la de 23 años está cansada de perseguirla para que se inscriba, pero a la niña siempre se le olvida. Claro que debe ser muy difícil concentrarse en asuntos políticos con tantas cosas que comprar, con tantos pasos nuevos que aprenderse y estar pendiente de quién se hizo los senos y quien no.
Menganita tiene 21 años. Vive en El Paraíso y es hija de una pareja de clase media. No está inscrita en el REP y no le interesan los asuntos políticos nacionales porque su plan es graduarse e irse a estudiar a otro país. Cuando le pregunté cómo piensa pagarse el postgrado me respondió que sus notas son buenas y tiene chance para optar por una beca de Fundayacucho. Ya tiene la vida resuelta.
Perencejo tiene 44 años y no votó porque unos amigos extranjeros lo invitaron a pasar el fin de semana en un yate y el pobre tiene años que no se toma unos días libres. Decidió irse, con toda la vergüenza del mundo, a darse un gustito. Se llevó casi obligada a la esposa, quien no debe tener ni una pizca de personalidad y mucho menos de conciencia.
Otra fulana, que siempre se molesta conmigo porque no voy a una marcha desde el 2003, no votó porque se sentía mal ese día. Disentería, aludió. Por supuesto, ella ignora que existen pañales para adultos y también ignora que lo que puede venirse después de las elecciones es realmente un laxante. Uno de sus vecinos no pudo votar porque tiene un examen y se pasó el día estudiando.
Cuando algunas personas heridas me respondieron al último artículo diciendo que el venezolano no es un borrego y unos cuantos insisten en buscar al culpable dentro de los partidos políticos, Yo sólo me limito a indagar cuántos de esos súper opositores -que viven quejándose del gobierno y desde el 2003 piden a gritos un líder- dejaron de hacer la pequeña parte de lo que les correspondía hacer. En una tarde encontré más de diez casos, todos muy bien sustentados como pueden observar. Casos de personas que dedican buena parte de su tiempo a retransmitir mensajes colectivos sobre asuntos políticos, no se pelan un bochinche político, tienen una calcomanía de Rosales pegada al carro y compraron comida para un semestre completo, por si pasaba algo.
Hay una importante cantidad de personas que continúa molesta por la pronta aceptación de la derrota electoral. Esperaban que Rosales gritara fraude y se quedaron con las ganas de salir a defender su voto. Sin embargo, a quienes conozco que estuvieron en las mesas y en los conteos, me dijeron que todo estuvo en orden. Marianella Salazar escribió un artículo que está circulando en la red, culpando a los políticos por la derrota, molesta porque Rosales aceptó el triunfo de Chávez muy rápido. ¿Qué esperaban? Pregunto. ¿Será que extrañaron a Ramos Allup gritando fraude, fraude, nos robaron los votos? ¿Extrañaron a Ledezma convocando a la gente a salir a la calle? ¿Extrañaron el olor a sangre en la Plaza Altamira?
Desde hace tres años se están buscando las pruebas del fraude en el revocatorio y, hasta la fecha, no ha aparecido ni una sola prueba irrefutable que demuestre que hubo fraude. Yo no pongo en duda en fraude en el revocatorio, pero si el 3 de diciembre Rosales dice que nos hicieron trampa, sin ninguna prueba ¿en qué va a parar el futuro político de este país? Me parece que es mucho más inteligente que -de existir la sospecha de fraude- se dediquen a buscar las pruebas y luego acusen a la contraparte.
A algunos les parece sospechosa la actitud cordial entre la nueva oposición y el gobierno, por ello acusan a Rosales de venderse. Siguiendo esa línea de pensamiento, podemos concluir que esa gente quiere vivir en un clima de confrontación verbal constante, sin pausas para pensar, sin un respiro. Mientras Chávez está insultando a la oposición, esa misma gente reacciona de manera emotiva y protesta porque la oposición se deja insultar. Si la oposición insulta a Chávez dicen que sus líderes no se pueden poner al nivel de ese patán. Si nadie se insulta concluyen que se vendió la oposición. Por fortuna parece que estos nuevos líderes están un poco más maduros y no reaccionan a las exigencias infantiles de quienes insisten en caer en provocaciones.
Yo entiendo que el venezolano es un ser muy visceral y le encanta reaccionar antes de pensar. Lo malo de eso es que -además- esperan que todos a su alrededor se comporten de manera análoga, incluyendo a quienes deben ocupar su tiempo para pensar qué hacer con las herramientas que se tienen a la mano.
Es hora de que ese pueblo, que quería una reacción violenta de parte de los líderes, asuma su responsabilidad como colectivo. La abstención fue alta porque la gente no pensó, no analizó, no aprendió de todos los años de crisis que se han vivido en este país. Es muy cómodo buscar un responsable fuera de sí mismo, esa es una actitud común en las personas inmaduras, pero ya se acabaron los años de adolescencia política. Urge madurez en estos momentos y en los que están por venir. Ya es hora de asumir que la sociedad civil debe ocuparse de la política, de hacer lo que le corresponde en su entorno, de pensar cuál es su rol en la historia.
Y quienes tienen acceso a los medios, quienes tienen audiencia y se hacen llamar comunicadores o líderes, están obligados a pensar lo que dicen y lo que escriben, porque en un país con tanto borrego es peligroso indicar caminos inciertos que puedan llevar a los borregos a un barranco. Aquellos que querían escuchar el grito de fraude, dense un paseo por la plaza Altamira y observen con detenimiento el dibujo en el suelo que marca la posición en que murió una mujer cuando salieron cuatro gatos a protestar por los resultados de referéndum revocatorio. Ese día votó mucha más gente y sólo salió a protestar una minoría que fue recibida por los motorizados asesinos del gobierno. ¿Cuántos creen que hubiesen salido esta vez? Revisen de nuevo las historias de abstención con las que empecé el artículo.
Adriana Pedroza
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