Quienes hemos tenido la oportunidad de leer un poco de historia, sabemos de sobra que los intentos de aplicar las teorías marxianas en el mundo real han terminado creándole al mundo más problemas que soluciones, sin contar con todos los enemigos innecesarios que le han ganado al pensador alemán.
Esas revoluciones socialistas que ha vivido el mundo, han estado manchadas de sangre, marcadas por la supresión de la libertad de expresión y de otras muchas libertades; han generado más pobreza y desigualdad –interna y externa- de la que pensaban combatir. El socialismo ha fracasado y seguirá fracasando mientras sus impulsores empleen la fuerza y la manipulación para coartar lo más sagrado que tiene el ser humano: la libertad.
No obstante, quienes pensamos, quienes logramos hacer más de dos sinapsis al día, sabemos que el capitalismo también ha fracasado y ha degenerado en múltiples injusticias sociales que terminan replanteando el mismo debate que inútilmente ha librado la humanidad por más de un siglo: capitalismo vs socialismo.
Las sociedades occidentales han disfrutado de libertades políticas y económicas durante largas décadas. Se ha defendido y mantenido la propiedad privada, se ha enarbolado la bandera de hombres libres en sociedades que apuntan hacia el libre mercado; se han invertido cuantiosos recursos para suprimir la pobreza, pero la humanidad es hoy menos libre y más pobre.
Recientemente me enteré que existen teléfonos celulares a través de los cuales se puede ver programas de televisión. No suelo estar muy enterada de los avances tecnológicos. Me sorprendió saber que en la sociedad de hoy existan tantas y tan diversas formas de freírse el cerebro. Ya no es necesario llegar a casa a ver TV, ahora es posible llevársela a cualquier parte.
En el mismo orden de ideas, no hace mucho vi un programa de innovaciones tecnológicas donde presentaban unos zapatos que traen incorporado un sistema para escuchar música; con audífonos o cornetas. Como si ya la sociedad no se hubiese vuelto lo suficientemente ruidosa...
Esos pequeños detalles, deprimentes para mí, me hacen repensar una y otra vez mi posición ante los valores capitalistas, e incluso los liberales. Yo creo en la propiedad privada y en la libre elección del destino de los recursos de cada individuo, pero… Existen millones de seres humanos en el mundo que no tienen agua potable, que no tienen techo, comida, ropa, educación, salud, etc. Durante décadas la humanidad ha invertido una cantidad impresionante de dinero y recursos humanos para ayudar a las víctimas de la pobreza y, sin embargo, cada día hay más pobres. Obviamente, los recursos que se invierten para combatir la pobreza no han dado los frutos esperados o no se han sabido invertir o han sido insuficientes. Por otra parte, en materia de salud, resulta insólito saber que existen millones de personas en el mundo que aún mueren de disentería, gripe o malaria. ¿Qué es más costoso, una vacuna, el tratamiento de la enfermedad, o la vida de un ser humano? Seamos realistas, mantener vivos a ese montón de gente improductiva debe ser bien oneroso. Y muchos son improductivos porque sus cuerpos no tienen la fuerza mínima para mantenerse en pie… pero se reproducen, aunque en el parto mueran la madre y el niño, se reproducen.
Entonces, en el sistema capitalista se invierten millones de dólares anuales para desarrollar nuevas tecnologías que permitan embrutecer cada vez más rápido al hombre y a la vez se destinan no tantos dólares para combatir la pobreza, para aliviar los síntomas, para taparle un poco lo feo, como para que se diga que se está haciendo algo.
La lógica capitalista establece que donde hay una oportunidad de mercado el capitalista entra y la explota. Si hay celulares con TV es porque hay un mercado para ello; si hay zapatos con música es porque hay agentes económicos dispuestos a pagar por ellos. El sistema funciona así, ve una necesidad y la satisface… o ve una oportunidad y crea una necesidad para luego satisfacerla.
Yo no tengo nada en contra de los ricos, al contrario, me gustan los ricos, me caen bien. El asunto es que es imposible dejar de reconocer que el capitalismo ha creado tantas necesidades ficticias, ha generado tanta desigualdad social y tanta frustración en los seres humanos, que desgraciadamente hemos llegado al punto de retorno histórico donde la humanidad vuelve a acariciar la idea del socialismo como posible solución a todas las injusticias sociales. Después de todo lo que se vivió para dar fin a las atrocidades que los gobiernos socialistas cometieron en sus países, la idea del mundo perfecto socialista vuelve a asomar la cabeza en las mentes de los pueblos y, más peligroso aún, en la mente de los intelectuales. No podemos olvidar que las revoluciones no las hacen las masas, las revoluciones empiezan en las élites y luego entra la masa y hace su papel.
Algunos países de América Latina están viviendo su “experiencia socialista”. A un nivel mucho más modesto, Venezuela trata de jugar a ser lo que antaño fuera la Unión Soviética y no sólo le lleva el mensaje a los “pueblos oprimidos”, también le lleva los recursos materiales. Las desigualdades sociales en la Región han abierto el camino a la izquierda latinoamericana para replantearse la nueva forma de socialismo adaptada a las realidades propias, para no cometer los mismos errores que los rojos del eje oriental de Europa. Los pueblos han seguido el llamado de sus líderes y muchos “intelectuales” a nivel mundial han aplaudido este valiente intento de acabar con la pobreza. Pero sabemos que el remedio será peor que la enfermedad, porque estos intentos de socialismo latinoamericano han cometido los mismos errores que sus antecesores, han limitado la libertad de expresión, han atentado contra la propiedad privada, han dividido la sociedad en aliados y enemigos, aunque debe reconocérseles que lo han hecho con una dosis de inteligencia maligna que asusta, pues definitivamente entendieron que hacer su revolución a la misma velocidad de la cubana les iba a traer rápidamente enemistades inútiles. En Venezuela, por ejemplo, la libertad es una palabra, no un hecho. Es alquilada, no es propia, no se puede hacer con ella lo que plazca. Se ostenta mientras quienes están en el poder no deciden tomarla. Si eres leal, te permiten ser libre en aquella parcela que decida el gobernante; cuando dejas de ser fiel te la arrebatan y te cobran su uso. Ese es el costo que está pagando la sociedad venezolana por el voto que le dio la mayoría al sueño de justicia social. Hay quienes piensan que es poco, comparado con el beneficio de darle de comer a una mayoría hambrienta que ha demostrado ser incapaz de sobrevivir en un sistema diferente.
El sistema capitalista, y quienes disfrutamos de sus beneficios, estamos obligados a pensar –cada quien en su propio ámbito de acción- de qué manera podemos contribuir a corregir los errores del sistema. Probablemente sea menos lo que puede hacer un mortal clase media como Yo que lo que puede hacer un gran empresario, pero lo cierto es que por muy pequeña que sea la contribución, poco es más que nada. El socialismo está ahí, en nuestras caras, y quienes crean que eso no puede pasar en su país, revisen la historia de Venezuela, quizá el país con menos probabilidades de vivir esta realidad.
Pienso que es hora de que el capitalismo se enserie y se adapte a la nueva realidad mundial, que vea a esa mayoría que vive en pobreza, que no tiene educación, etc., como algo más que potenciales consumidores. Yo, radical como siempre he sido, creo que si la sociedad occidental, más específicamente los capitalistas, están de acuerdo con que se inviertan más recursos en avances tecnológicos para el ocio que en salud, educación o simplemente para llevar agua y electricidad a los millones de habitantes del mundo que viven si ella, deberíamos repensar si se deberían seguir enviando alimentos y medicinas a los países que viven azotados por hambrunas desde que, al menos Yo, tengo uso de razón. Vamos a sincerarnos, esa gente nunca va a salir de la pobreza con una comida al día y un par de pastillas para la diarrea. Tal vez es mejor dejarlos que se mueran e invertir los recursos en algo más productivo, además, así no votan y no pueden ser manipulados por líderes mesiánicos.
Suena horrible ¿verdad? Espero que lo piensen.
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