Yo creo en Dios. Mucho, de veras. Me siento una verdadera creyente a pesar de no estar haciendo alarde de mi relación con Él. Como no he encontrado un sistema de creencia que se ajuste a mi relación personal con el creador, decidí comenzar a desarrollar mi propio sistema, la Teología Pedrociana.
En la vida hay buenos y malos momentos, así como también hay buenas y malas actitudes ante la vida. Pero Yo no creo que Dios sea tan amargado como para estresarse cada vez que una persona decide renegar de Él, o autocompadecerse o afirmar que Dios no existe. Honestamente, creo que tiene mejores cosas qué hacer como para estar pensando en castigarlo a uno por malcriado. Al fin y al cabo, es un Padre, y me imagino que pensará algo así como “cuando se te pase, hablamos”.
Tampoco creo que Dios sea un psicótico que anda por la eternidad inventándose pruebas para ver cuánta fe tenemos los mortales. Es decir ¿qué clase de ocioso habría que ser para andar inventándose pruebas para la fe? De ser así se explicarían todas las aberraciones del mundo, porque si Dios está ocupado probándonos ¿en qué tiempo se ocupa del resto?
Hace tiempo que no voy a iglesias de ninguna religión, sin embargo, he podido notar que un gran número de personas –al menos conocidos- se han volcado a religiones muy intransigentes, por no llamarlas sectas o grupo de fanáticos religiosos. Y me pregunto si eso no implicará un atraso subyacente de la raza.
A estas personas les encanta hablar de Job, el tipo que era súper fiel a Dios y un día cae en desgracia porque Dios decide probar su fe porque el demonio lo retó, algo así como… “vamos a ver si Job sigue teniendo fe en ti en las malas”. Job perdió sus bienes, su salud, su esposa, sus hijos y pare de contar. Pero nunca perdió la fe y al final fue recompensado. Según la gente religiosa la moraleja de ese cuento es que Dios premia a quienes mantienen la fe, al final claro. Según la teología Pedrociana, ese Dios que pintan en ese cuento es un caprichoso que no tiene nada mejor que hacer que joderle la vida al pobre pendejo que está bien y cree en Él para ver cuánto lo ama realmente.
Recientemente me enviaron un email con un video de una mujer a quien le faltan ambos brazos y, a pesar de ello, desarrolla su vida con bastante normalidad valiéndose de sus pies. Cambia los pañales de su hijo, hace mercado, hace las labores del hogar, etc., sin brazos. El mensaje del remitente era “para que lo pienses dos veces antes de quejarte”.
Personalmente a mí me dio grima. Bien por ella si puede vivir en la limitación, pero Yo no. Yo parto del supuesto fundamental que Dios sabe quién soy Yo y hasta donde aguanto, porque Él me creó. Yo no creo que Dios vaya a estar probando mi fe, porque Dios sabe cuánta fe tengo, porque me conoce. Dudo que Dios se moleste cuando reniego de Él porque sabe que tengo mal carácter y que siento que está conspirando contra mí cuando las cosas no me salen como Yo quiero. Pero, al final, y valiéndome de la data estadística, Yo sé que las cosas siempre me salen mejor de lo que esperaba y Dios sabe que lo amo lo suficiente como para no alejarme demasiado.
En la teología Pedrociana la duda y el temor están permitidos, porque el mismísimo Jesús, en Getsemaní, le pidió al Padre “si quieres, líbrame de este trago amargo, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Estando en la cruz dijo “Padre, por qué me has abandonado”. Si Jesús sintió miedo, duda, rabia y desesperación ¿por qué uno no puede hacerlo? ¿De dónde sacan que es una ofensa a Dios sentir lo que siente un ser humano en un momento de dificultad?
Al fin y al cabo, creo que lo importante es saber que siempre, a pesar de la duda, la rabia, el miedo y todo lo que se pueda sentir y decir en un momento duro, Dios está ahí, dentro de uno mismo, en todas partes. A pesar de creer que existe un plan Divino, Dios no le quita al humano el derecho a replicar ese plan, a pedirle que lo libre de la dificultad o a preguntarle por qué me has abandonado.
Para mí, y es mi opinión muy personal, la existencia de diferentes religiones, con diferentes niveles de intransigencia y rigidez, permiten que los humanos ubiquen su necesidad de disciplina dependiendo de su grado de evolución. Mientras menos evolucionada sea la persona, necesitará una religión más estricta, con más rituales, con más límites. En la medida que la persona sea más evolucionada elegirá una religión más flexible para el pensamiento y el desarrollo espiritual. No pareciera casual que quienes han llevado una vida de excesos en el alcohol, el sexo, el ego o lo que sea, terminen en grupos religiosos casi sectarios, afirmando que al fin conocieron a Dios y los sacó de esa vida. Lo malo es que luego de hablar con esas personas, que se comportan con un fanatismo aterrador, el interlocutor decida meterse a ateo. Usualmente comienzan las conversaciones con frases como “cuando conocí a Dios”… y provoca preguntarles ¿me das su número?
Creer en Dios en una experiencia personal, única e irrepetible. Para los pedrocianos, los humanos evolucionados no somos borregos urgidos de un pastor, somos seres inteligentes que queremos un amigo, un compañero, un interlocutor; la relación con Dios nos hace fuertes, nos hace crecer y ser mejores, no nos hace débiles y necesitados. Dios no es un tipo caprichoso, ni es un mago a nuestro servicio, porque los amigos no son eso. Los amigos de verdad no siempre están de acuerdo con uno, ni están siempre dispuestos a complacer, pero siempre acompañan, siempre están allí. Y Dios es el mejor de los amigos.
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