Las diversas reacciones que provocó mi último artículo, desde las sinceras felicitaciones de algunos hasta la corona de inmoral de otros, me hicieron pensar ¿cuál es el problema? ¿qué les hice?
Una señora muy decente escribió que por culpa de mensajes como el mío es que las mujeres de hoy día no tienen moral y que Yo soy la reina de las inmorales porque incito a la perversión. Uno de mis primos interpretó que a mí me parecía triste que alguien piense diferente a mí, la verdad es que puede parecerme tonto que alguien no piense como Yo, pero triste no. Lo evidente del asunto es que perdí notoriamente la capacidad para expresar mis ideas o el tema del sexo levanta tantas barreras en las mentes de los lectores que terminan interpretando el cuadro según sus paradigmas y, éstos, le cambian los colores. Pero como en el fondo lo que busco es la aprobación del mundo y ser querida por todos, voy a tratar de explicarme mejor; porque me dolió que me llamaran inmoral… ¿se lo creyeron?
Empecemos por el principio. Insisto, nunca pensé que fuese triste que la chica pensara diferente a mí, lo que me parece triste es que exista esa necesidad femenina de justificar un acto natural, como el sexo, con un evento metafísico llamado amor. Me enamoré de él, por eso le entregué mi cuerpo. ¿Cuántas veces no han escuchado palabras como estas de amigas, hermanas, vecinas… Quizá la chica en cuestión, de la que escuché la frase, haya sido del selecto grupo de seres humano que nunca ha echado un polvito y siempre ha hecho el amor. Pero la frase, la idea, me hizo rememorar a ese enorme grupo de mujeres que conozco y que viven constantemente con la necesidad de llamar amor –o enamoramiento- al desborde de la tensión sexual.
Otro asunto que levantó ronchas fue la discusión acerca de tener sexo por el solo sexo, sin estar enamorado. Aquí hay que pensar un poco más en el asunto del enamoramiento y, sin ánimos de entrar a profundizar acerca de temas científicos, temo que el enamoramiento no es más que el producto del juego químico que se produce en la persona en presencia de otro, es una simple atracción, un match entre los paradigmas de la persona “ideal” y la que está al frente. Eso, mis queridos lectores, es muy diferente al amor. Porque, al fin y al cabo, el amor empieza cuando acaba el enamoramiento, cuando la realidad, la rutina, la persona en sí misma es mucho más valiosa que la imagen preconcebida. Así que, aun estando “enamorados”, sólo se hace el amor cuando se pasa la fase de enamoramiento.
Por poco que me importe que me llamen inmoral, sí pienso que es importante hacer énfasis en un asunto primordial. Mi intención no es alentar el sexo irresponsable, y llamo irresponsable al sexo que atenta contra la dignidad del “yo” de cada persona. Yo no creo que la actitud hembrista de algunas mujeres, que cosifican al hombre con quien tienen sexo, sea el estado ideal de la mujer. Lo que sí creo, muy a pesar de los moralistas a quienes les encanta pelear conmigo, es que la mujer –al igual que el hombre- es un ser sexual, con necesidades sexuales que deben ser satisfechas o, de lo contrario, se produce la histeria. Para ilustrar esto último, les recuerdo que en el siglo XVIII las damas recurrían al médico de cabecera de la familia para ser atendidas por diversos malestares que incluían, entre otros, cambios de humor severos, intensos dolores de cabeza y sudoración. Los médicos descubrieron que un masaje clitorideal, es decir, masaje directo al clítoris, provocaba en la mujer un fuerte espasmo, precedido por el alivio de los síntomas. Según el historiador del sexo, Michael Foucault, las mujeres iban al médico al menos mensualmente para atender esta “enfermedad”. Luego de este breve repaso de historia, creo que podemos estar de acuerdo en algo, las mujeres necesitan un orgasmo de vez en cuando ¿o no? Para los curiosos, les agrego algo más de historia. Con el paso del tiempo, se inventaron enormes aparatos que aliviaban al médico de tan molesta tarea de masajear el clítoris de sus pacientes, lo cual hacía de rodillas, llevando su mano por debajo del vestido hacia la zona vaginal, durante unos cuantos minutos. Esos aparatos mecánicos se fueron transformando con el paso del tiempo hasta convertirse en lo que hoy se conoce como vibrador.
Si coincidimos que la mujer necesita tener sexo, aunque sólo sea por una cuestión de salud psíquica, no es entonces inmoral pensar que la mujer tiene derecho de tener control sobre su vida sexual y puede decidir cuándo y con quién lo hace. La mujer no necesita justificar con nada, y menos con amor, la prevención de una enfermedad llamada histeria, eso si queremos dejarlo en el ala médica de la discusión. Pero yendo más allá. El amor es una de las ideas más prostituidas de la humanidad: se hacen guerras por amor (pregúntenle a los troyanos), se mata por amor, se muere por amor… ¿y también se coge por amor? Creo que mejor dejamos tranquilo al amor un rato.
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