Tuesday, May 06, 2008

¡Y Yo que me quería enamorar de vos!

Y Yo que soñaba con empezar a amar. Yo que estaba aburrida de no sentir, de no vibrar, de no amar… lo quise, juro por Dios, ese Dios que se escribe con mayúscula y que se supone que es uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, quería amar… y no sé si quiero aún, pero no así, no en la espera, no en la esperanza, sino en la fe.
Así, sin ton ni son, sin explicación ni lógica algebraica, sin consideraciones ni concierto, empecé a sentir algo por vos. Un algo creado por la necesidad inventada del amor, de sentir, de palpar, de oler. No te amo por vos, te amo porque el adagio del Concierto para piano de Schostakovich es lindo, porque conocí a Furtwängler y resultó magnífico, porque Beethoven suena mejor cuando te leo. Te amo porque necesito amarte, porque necesito una cara, un cuerpo, una risa de esas que escribís jajajaja en el Messenger. Y así, resulta que no te amo, porque en verdad no existís, Yo te inventé, Yo soy la creadora de un fenómeno que lleva tu nombre y tu cara y tu pelo rizado.
Pero no quiero, ya no quiero, no quiero esperar a que aparezcas en la pantalla de mi portátil diciendo “Hola”, no quiero esperar un contacto, una risa de Messenger, una frase que incluya la palabra “loca”. ¡Y no te imaginás cómo me gusta que me digas que estoy loca! Porque lo sé y porque sé que te gusta que Yo esté loca. Tan loca estoy que te amo, a ese monstruo que inventé, que lleva tu cara, tu nombre y tus rizos, pero que es más dulce que vos y que, en mis elucubraciones de alba, podría llegar a amarme.
Craso error. Amarme… ¿sabés? No debe ser fácil. Porque Yo siempre me voy a amar más. Porque en el fondo, en lo más profundo, sé que no sé amar. Soy demasiado libre para el amor. Y no sé amar en libertad, no lo sé, en serio, no lo sé. Y de algo estoy segura, alguno de los dos saldría con la cabeza rota y con un par de dientes menos, porque la caída va a ser dura. Y así, resulta que quiero un amor genio de botella, un amor servicio al cliente, un amor atención VIP. Cuando no me complazcas voy a sentir que ya no sentís el mismo amor de antes y voy a estar triste. Y cuando estoy triste soy insoportable, creeme, Yo misma peleo conmigo cuando estoy triste ¡y hasta me he mandado a la mierda!
No me apego a nada, sólo a mí misma. Cuando llegué a Bogotá, fue como si toda la vida hubiese vivido aquí, no la sentí ajena. No extraño a nadie, ni a mi mamá, ni a mis hermanos, ni a mi abuela que me quiere tanto. Podría pasar el resto de mi vida sin hablar con ellos y, aun queriéndolos como los quiero, no los voy a extrañar. No tengo amigos de años, no mantengo contacto con nadie de forma regular; mis amistades siempre se van desvaneciendo con el tiempo, no las sé conservar, no las extraño, sólo de vez en cuando y suele coincidir con alguna ocurrencia que quiero compartir, con una idea, una frase, una peli… pero no por sí mismos, sino porque siento la necesidad de compartir en algún momento. Ergo, siempre Yo primero, mis necesidades primero. De veras, no debe ser fácil.
Podría dejar de ver a todo el mundo el resto de mi vida, y no los extrañaría sino en ocasiones. Podría irme a vivir a Neptuno, y me resultaría familiar, siempre que llueva. ¿Sabés qué fue lo único que extrañé durante mi primer mes de estancia en Bogotá? Mi soledad. En serio, creeme, fue lo único que extrañé tanto que casi me hacía llorar. Mis silencios. Y al fin, un mes después, me mudé solita y empecé a sentirme feliz de nuevo.
Y sin embargo, ese no sentir nada por nadie, ese no extrañar a nadie, me pareció que eventualmente podría resultar mal. ¡Vamos! ¡Algo debo sentir! Fue cuando se me metió la idea loca en la cabeza de que debería enamorarme, hace años que no me enamoro, hace años que no siento cosquillas en la panza, que no me emociono por una llamada, por una cita… ¿estaré muerta por dentro? No creo. Amo a Ludwig Van, amo el Vals ruso de Schostakovich, amo el segundo movimiento de la Séptima de Beethoven, amo el Coro de Tanhauser de Wagner ¡y si no los escucho me muero! A ellos sí los extraño cuando no están conmigo.
Entonces te conocí. Fue tonto, pero a veces las cosas tontas son las que calan en los huesos. Te escribí, vos me escribiste, nos seguimos escribiendo como dos chicos que no tienen nada más qué hacer. Y me emocionaba checar el correo a ver si había algo tuyo.
Luego vino el Messenger, las charlas largas y subidas de tono, las confesiones, las dudas, los desencantos y el nuevo encantamiento. El descubrimiento de virtudes y defectos, las risas de computadora y las caritas de sonrojo o de risas.
Pero empezaste a escribir menos, supongo que pasó la novedad y, como todo niño, te aburrís rápido. Yo no, Yo soy como esos chicos obsesivos que se pegan a un solo juguete y no quieren soltarlo ni prestárselo a los amiguitos. Lo cierto es que ya no encuentro lo que quiero, ya no estás allí cuando Yo quiero, ya no escribís como antes ni estás disponible como al principio. Y me inquieta no recibir un correo de vos, ni un mensaje instantáneo, ni una carita… y resulta que ya no me gustás. Porque me dijiste algo que…
¿Viste? Te lo dije, no me sirve. A mí las cosas no me sirven de a poquito. No me tomo una o dos copas de vino, Yo me tomo una botella. Yo no como poquito, como a reventar. No hago nada de a poquito, lo comedido no me sirve, la ecuanimidad me aburre, el equilibrio perfecto de las cantidades ofrecidas y demandadas lo sé tan falso como la existencia de unicornios y duendes encantados. No me gusta lo recto, lo equilibrado ni lo medido. Yo soy así, desmedida, caprichosa, infantil. No me pidás que me comporte como un adulto, porque los adultos no entienden nada de dar, no saben de crear, no pueden entregarse. ¿Cómo me podés decir que uno no debe mostrarse tan vulnerable porque debe autoprotegerse? ¡Eso es mierda! ¿Te imaginás un mundo donde la gente viva con caretas y antifaces para disfrazar sus sentimientos, sus debilidades, sus emociones, hasta sus virtudes! ¡Oh, sí, verdad que ese es el mundo en que vivimos!
Perdoname, pero Yo voy a cambiar al mundo, por eso no tengo tiempo para vos. No tengo tiempo para los juegos de “el interesante”. Y tal vez, cuando vos tengás un par de hijos, ellos puedan vivir en un mundo donde se pueda ser como a cada uno le de la gana ser, sin necesidad de disfrazarse para ser aceptado.
Mientras tanto, Yo trataré de… trataré de hacer algo para ver si al fin consigo compartir el amor con alguien real, si logro vencer el miedo de amar a alguien de verdad, de ceder un poquito de mí para dárselo a un hombre que de veras exista. A un alma única, al poeta de amaneceres y ocasos, al que suene como una entrada de vientos en una sinfonía de Beethoven, al de allegros con brío, alegretos y adagios, al de los fortes y pianissimos. O, parafraseando a Oliverio Girondo, al que vuela… sí, lo único que no le perdono a un hombre es que no sepa volar, si no sabe volar, pierde el tiempo conmigo.

3 comments:

Anonymous said...

Excelente, no creo que alla entendido del todo lo que quisiste expresar con este post, quizás nisiquiera entendí algo, pero me quedo con esta frase: No tengo tiempo para los juegos de “el interesante”. En mi caso sería: no tengo tiempo para ponerme la careta de "el interesante". No me interesa pornermela y tampoco me interesa conocer tus poses que no muestran a tiempo la verdad de quien eres.

Sin querer estoy comentando casi todas tus entradas. Saludos

Adriana Pedroza said...

Lunático, coméntalas todas si quieres, es rico leer los comentarios de terceros. Además, me haces pensar y eso siempre se agradece.

Maria said...

"A mí las cosas no me sirven de a poquito. No me tomo una o dos copas de vino, Yo me tomo una botella. Yo no como poquito, como a reventar. No hago nada de a poquito, lo comedido no me sirve, la ecuanimidad me aburre"

...asi se debe vivir, el que vive a medias ni vive ni muere. Que bonito escribes mujer!!!