¿Qué crees tú que la honestidad y la conciencia, se hereda? Se aprende? o se nace con ella.
Esa era la pregunta que una buena amiga me hacía esta noche. Cosas mías, no podía dormir dándole vueltas al asunto, porque en definitiva esa es una buena pregunta.
Queremos gente honesta, queremos gente conciente, queremos personas mentalmente sanas. La respuesta a la pregunta abarca demasiadas aristas de uno de los más grandes problemas humanos: el bien y el mal. Todos sabemos qué es ser honesto, al menos eso creemos, pero ¿cuántos de nosotros somos realmente honestos?, ¿hasta qué punto somos capaces de olvidar la honestidad para alcanzar un objetivo?. Podemos tomar un ejemplo simple de la vida cotidiana, que ya comenté en un escrito anterior: el enamoramiento. El hombre no es honesto cuando se enamora, emplea tácticas para cazar con éxito, engaña, seduce, se muestra complaciente, oculta sus intenciones hasta que logra el objetivo. Así es en el "amor", ¿acaso es diferente en los otros aspectos de la vida?. ¿Acaso la gente no miente para obtener un empleo, para lograr un crédito bancario, para obtener favores de funcionarios públicos? Pedro negó a Jesús tres veces antes de que cantara el gallo, ¿cuántas veces los hombres no niegan su nacionalidad, a su familia, su afiliación política, sus ideales, hasta a sus hijos?. La gente miente para alcanzar sus objetivos y lo hace, muchas veces, con el pretexto de la temporalidad de la mentira, es mientras tanto, para tener el chance de "echar palante".
Ser conciente es -de alguna manera- ser responsable por los actos propios, ser capaz de asumir las consecuencias de las acciones que llevamos a cabo y admitir nuestros errores cuando los cometemos. Al menos eso es conciencia para mí. Pero comúnmente la gente parece presentar estados de amnesia cuando necesita lograr sus objetivos y se olvida fácilmente qué es bueno y qué es malo, cuáles son los caminos buenos para llegar a la meta y cuáles no lo son. Pareciera que lo importante es llegar, cómo no importa, ya en la meta se volverá a ser buenos... ¿será posible?.
Una persona puede trabajar en una empresa y robarse el material de oficina para sus hijos y pensar que no está haciendo nada malo, porque si la empresa le pagara lo suficiente no tendría que "redondearse el sueldo" tomando lo que no le pertenece. Este es uno de los casos más comunes de robo y no hay penalización, nadie delata al delincuente, siquiera es visto como tal, pero eso es robo y para el común denominador de las personas no está mal. Un tesorero de un banco puede llegar a un acuerdo con su homólogo de una alcaldía y colocar los recursos de la comunidad a plazo para luego repartirse las ganancias por concepto de intereses, mientras en la comunidad los maestros no cobran, no se le hace mantenimiento a las calles o se desbordan las quebradas por falta de limpieza... práctica común que no es penalizada, pero nadie es delincuente. Los revolucionarios venezolanos pretenden aprobar una ley mediante la cual no sea posible castigar a una persona que robe por hambre. Yo podría, si se aprobase semejante barbaridad, ir a comer sushi y no pagar amparándome en esta ley, porque si se hace ley -y se supone que la ley es buena- no estaría haciendo nada malo.
La diferencia entre quienes hacen de la deshonestidad una forma habitual de vida y Yo radica en los valores que sostienen mi vida. Mis leyes propias, mi conciencia.
Para tener hombres honestos y concientes, no sólo hacen falta padres que enseñen estos valores, hace falta además un entorno que premie la virtud y castigue a quienes falten a la misma. No es sólo tener leyes, es que las personas entiendan que son responsables -por acción u omisión- de lo que ocurre en su entorno. Vuelvo al trillado tema: la responsabilidad social, no estamos solos en el mundo. Lo que hagamos o dejemos de hacer nos afecta a todos y nos afectará por muchas generaciones. Tenemos una sociedad que crea incentivos a la deshonestidad, que levanta barreras en los caminos de quienes se procuran sus metas de forma honesta, que tienta constantemente a la virtud. Tenemos una sociedad que no castiga la deshonestidad, la premia, mientras castiga al virtuoso y lo margina.
Para cambiar esa sociedad que no queremos tenemos que participar todos. No es sólo trabajando honestamente y pensar que ello es suficiente, es participar activamente en el cambio, es sembrar el deseo del cambio, es pensar en las alternativas de acción que cada uno tiene en su entorno, es sembrar conciencia hoy para que los hijos que para este mundo puedan cosechar paz.
Adriana Pedroza
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