Thursday, April 20, 2006

Lucifer en el diván II

Habían transcurrido varias semanas desde su primera visita al psiquiatra y Lucifer aún sufría de depresiones momentáneas y uno que otro ataque de pánico. Llegó algunos minutos antes como solía hacerlo, pues disfrutaba ver las desgracias humanas, sobre todo las de aquellos que creyeron tenerlo todo y pararon, como él, en la sala de espera de un tipo que les cobra por escuchar aquello que los hombres no se atreven a decirle a nadie o que simplemente no encuentran quien lo quiera escuchar.
De nuevo se encontró con el adolescente de la franela de Marilyn Manson, quien como siempre le pintó una paloma al verlo llegar. Ahí estaba también, leyendo la última edición de Cosmopolitan, la chica que sufría de baja autoestima y que creyó que operándose los senos resolvería el problema; pero luego del agrandamiento de senos, achicamiento de nariz, liposucción en las caderas y estiramiento de los párpados, seguía sintiéndose fea e inapropiada y esperaba que el psiquiatra resolviera su problema de aprobación, o al menos que la miraran lo suficiente en la sala de espera como para sentirse deseada.
- Señor Lucifer, pase por favor – llamó la recepcionista del consultorio
- Adelante, bienvenido. Cuénteme ¿cómo está el infierno? –preguntó el médico.
- Como siempre, todo sigue igual doctor, anoche no pude dormir nada, sentía que alguien me miraba –respondió Lucifer.
- Bien, esteeee, vamos a darle otra orientación a la consulta, ¿le parece?
- Ujum -asintió Satanás con cara de niño regañado y las manos entre las piernas.
- Hábleme un poco de su infancia, cuénteme sobre sus padres.
- Bueno, mi mamá y mi papá me querían mucho. Mi mamá siempre me decía que yo era un dios y mi papá trabajaba mucho para darme todo lo que yo quisiera. Es que yo siempre fui muy inteligente y papá decía que él tenía todas sus esperanzas en mí y quería que yo fuera alguien muy importante cuando creciera.
- Está bien. Ahora, cuénteme sobre sus travesuras.
- Bueno, una vez yo estaba solo en la casa con la niñera y me encerré en el cuarto para hacer unos experimentos, entonces inventé la ambición. Eran unas gotas que se le ponían al café y yo se las puse al café de la niñera y ella a los pocos días renunció y comenzó a posar desnuda para una revista de adultos y dijo que así ganaba más. Yo no sé para qué quería ganar más, porque ya todo estaba dado, uno no tenía que hacer nada más que lo que le tocaba y listo, no es como ahora que uno se tiene que matar trabajando para... disculpe un momento, tengo que atender esta llamada –interrumpió Lucifer para atender el celular. “Ajá, dime rápido que estoy ocupado... ¡¿cuántoo?! Noooo chico, tu alma no vale tanto, bájalo y te la compro; mira, hablamos después, piensa un poco y aprende a negociar hermano, esa alma tuya está demasiado devaluada”. ¡Estos políticos! –dijo al doctor mientras apagaba el teléfono.
- Y usted ¿qué hizo después de eso? ¿qué pensó cuando la muchacha hizo eso?
- ¡Ah! a mí me pareció divertido y se las puse al café de mis padres; pero se volvieron locos, completamente locos, era muy divertido verlos sacar cuentas de cuánto tenía que trabajar para tener cosas que no necesitaban y cuanto más tenían más querían. Luego inventé la arrogancia y eso... bueno, parece que la mezcla no... no sé.
- ¿Eso afectó las relaciones con sus padres?
- Un poquito –dijo Lucifer con los ojos rojos y un nudo en la garganta
- ¿Qué fue lo que pasó exactamente?
Silencio acompañado de sollozos. Lucifer miraba hacia arriba y hacia abajo tratando de no ser descubierto en su mayor acto de vulnerabilidad. Intentaba hablar, pero al notar que la voz le salía chillona cerraba la boca de nuevo y apretaba los labios, se rascaba los cachos y movía su enorme cola de un lado al otro.
- Tranquilícese, si tiene que llorar llore.
- Es que mi papá ya casi no iba a la casa y mi mamá lo que hacía era decirle todas las cosas que había que comprar. –dijo Lucifer rompiendo en llanto. Ya prácticamente no compartíamos nada, dejamos de comer todos juntos y me pusieron una niñera gorda y fea para evitar que renunciara para posar desnuda en revistas. Yo sé que ellos peleaban todo el tiempo aunque no los viera, pero se sentía en el ambiente y ellos trataban de hacerme creer que todo estaba bien.
- Tenga, trate de calmarse –dijo el doctor estirando la mano para darle una toalla.
- Y eso no es todo. Luego vino Dios y creó al hombre, como si ya las cosas no estuvieran lo suficientemente mal para mí.
- Ajá, dígame exactamente cómo lo afectó a usted eso.
- Es que yo era el preferido de Dios, porque yo era muy inteligente y colaborador. Pero llegaron los hombres y Él prácticamente ni me miraba, todo era para los humanos.
- Señor Lucifer ¿realmente Dios dejó de atenderlo?
- Un poquito
- ¿Qué fue realmente lo que pasó?
- Bueno es que yo... preparé unas gotas de envidia y las probé. Entonces todo me molestaba y... probé qué pasaba si me tomaba las gotas de arrogancia y fue peor, me la pasaba tratando de atraer la atención de todo el mundo, tiraba todo al piso, le gritaba a los demás ángeles y quería eliminar a los seres humanos. Cuando llegaba a mi casa mi mamá me abrazaba y me decía que nada era culpa mía, que yo sólo era un niño y que estaba aprendiendo, que ya todo pasaría.
- ¿Sus padres sabían de sus experimentos?
- Sí
- ¿Y nunca lo reprendieron?
- Una vez, empezandito. Mi mamá descubrió que le estaba poniendo arrogancia a su té y empezó a regañarme porque por mi culpa había perdido a sus amigas y ya nadie la soportaba, en eso llegó mi papá y le gritó, incluso le levantó la mano y le dijo que me dejara en paz, que si me volvía a regañar la botaba de la casa. Desde ese día mi mamá más nunca me dijo nada, los dos me aplaudían todos mis inventos.
- ¿Qué pasó con su relación con Dios?
- Él me pilló cuando yo estaba tratando de darle de mis gotas a los hombres y me llamó la atención... y yo... yo lo escupí. Usted se sabe el resto de la historia así que no me haga contarla.
- Ajá, claro. Pero ¿usted sabía lo que estaba haciendo? Sabía que no estaba actuando bien.
- No, yo sólo era un niño, cómo iba a saber que iba a crear problemas.
- Señor Lucifer, los niños saben distinguir...
- ¿Me está juzgando? –le replicó el mismísimo Satanás, entre humo y fuego
- No, no, de ninguna manera. Sólo trato de hacerle entender que...yo creo que usted no quiere escuchar ... bueno, dígame, si tuviera que evaluar, ¿cree que sus padres actuaron correctamente?
- No sé –dijo el rey de las tinieblas con cara de pendejo y las manos de nuevo entre las piernas.
- ¡Caramba! Se nos terminó la hora. Nos vemos la próxima semana, piense un poco en lo que hablamos hoy.

Mientras se retiraba, Lucifer miró de nuevo a las personas que estaban en la sala de espera y sintió satisfacción a ver que sus experimentos de niño surtieron más efecto de lo que él hubiera imaginado. Ahí estaban, los hombres, con sus problemas inventados, pagándole a un psiquiatra para que los ayudara a liberarse de la carga que ellos mismo habían asumido para poder darle satisfacción a unas necesidades que, en su mayoría, siquiera existían. Se rió al pensar que él había inventado los vicios, pero los hombres crearon la manera de perpetuarlos.
- ¿Tiene otra tarjeta? Esta no pasa –le dijo la recepcionista interrumpiendo sus pensamientos macabros.
- ¿No? pero es la única que tengo ¿Puedo pagar la consulta la próxima semana?
- Mire señor, aquí no se fía.
- Es que no sé por qué no pasa la tarjeta
- Porque la sobregiró, ¿por qué más va a ser?
- ¿Y si le dejo el reloj, el celular? ¿o el T-motion?
- No aceptamos pagos sino en efectivo, tarjeta o cheque
- También tengo algunas almas que compré, es que en año electoral todo el mundo quiere vender su alma, ¿le puedo pagar con almas?
- ¿Tiene de banqueros?
- Ufffff, muchísimas
- Déjeme cuatro.

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