Cuenta la Mitología Griega que un día Eros, dios del amor, divisó a una doncella bañándose en el río junto a sus hermanas y accidentalmente se hirió a sí mismo con una de sus flechas, quedando así enamorado de aquella mujer. Dado lo complicado que resultaba una relación entre un dios y un mortal, Eros urdió una trampa. Haciéndose pasar por la voz del Oráculo de Delfos, cuando los padres de la joven le consultaban para decidir el destino matrimonial de su hija, Eros les dijo a dónde deberían llevar a la joven para encontrarse con quien sería su amor. Ya en el lugar, con la oscuridad de cómplice, Eros tomó a la joven y la hizo suya; sería esa la primera de las tantas noches que Psique, la mujer de quien el dios se había enamorado, se entregaba en cuerpo y alma a un ser que desconocía, pues Eros no permitía que ella le viera a la luz. Una noche que el dios se quedó dormido, Psique acercó una lámpara al rostro de su amado y dióse cuenta de que se trataba del dios del amor. La impresión fue tal que, al despertar, el rostro de Eros se quemó con la lámpara y, sintiéndose descubierto, huyó y no volvió a verla.
Mediante esta historia los griegos lograron, de alguna manera, describir la forma de enamorarse de los seres humanos. En primer lugar, el enamoramiento es accidental, nadie decide cuándo, cómo ni de quién enamorarse, es tan fortuito como que el mismo dios del amor tropezara con una de sus flechas. Pero enamorarse es complicado, requiere -para que no duela- despertar una sensación análoga en la otra persona. En segundo lugar, la historia trae a colación un hecho real, el engaño, la trampa, las maromas que se llevan a cabo para atraer a quien nos atrajo. Eros se hace pasar por el Oráculo de Delfos, ¿qué hacen los seres humanos hoy?. Se emplean trucos para llamar la atención de la otra persona: el atractivo físico, las posesiones materiales, el famoso tira y encoge para mantener despierta la atracción, los caparazones de fortaleza de carácter o su contrario, la debilidad de carácter o la sumisión. En el amor y en la guerra todo se vale, eso dicen, ¿será cierto?. Todas estas cosas no hacen sino poner un velo a la verdadera esencia de cada persona y se "ama" sólo eso que se ve. Sin embargo, tal y como le ocurrió a Eros, se está expuesto al cansancio, a bajar la guardia y a que la luz se acerque lo suficiente al rostro como para dejar al descubierto lo que se es. En este momento decisivo se puede huir o hacer de ello una oportunidad para fortalecer las bases de las relaciones.
"Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor en cuanto amor no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como ser amante no te conviertes en ser amado, tu amor es impotente, una desgracia." Estas hermosas palabras pertenecen a Karl Marx y, pienso, deberían ser eje central para la reflexión del amor. No son caretas ni trucos los que mantienen el amor, esto sólo hace que la persona amada se mantenga cerca siempre que se pueda mantener la distracción, pero al desaparecer la niebla se evapora ese "amor". Lo que se sostiene en las bases de la manipulación y el engaño no puede llamarse amor, tampoco las relaciones basadas en un sentimiento de utilidad de la pareja: cuán hombre me hace sentir, o qué tan protegida me siento cuando estoy a su lado, si me representa o no en sociedad, si da la talla, si me siento admirada cuando me ven con él o con ella... en fin, son tantas y tan diversas las razones por las cuales se unen los seres humanos que pareciera que no hay cabida para una más real: el amor. Alguien dijo una vez que el amor es el precio que debemos pagar para sentirnos realmente humanos, quizá habría que incluir aquí a la búsqueda del amor, pues no conformarse con los patrones comunes que caracterizan las uniones humanas y creer que en algún lugar del cosmos existe alguien capaz de amar y ser amado de otra manera, es quizá el precio más alto que se debe pagar por sentirse humano.
Los 14 de febrero se celebra el día de los enamorados, pero no el día del amor. Se celebra un día donde se esperan demostraciones de amor, pero no amor verdadero. Se esperan flores, cenas, viajes, cartas... se espera tapar la sensación de soledad y hastío con la persona que esté cerca, para espantar la tediosa responsabilidad de pensar qué deseo realmente y si estoy en el camino que me llevará a lograr lo que quiero. Los 14 de febrero suelen ser días de emociones forzadas por el entorno, mas no de reflexión individual. Este día los "enamorados" celebran sin saber por qué celebran, los solitarios se lamentan de su soledad sin pensar lo bueno que puede ser estar solo; este día parece mejor estar mal acompañado que solo, porque todo apunta a que se debe estar enamorado.
Lo difícil del amor es que requiere de conocimiento, primero de sí mismo, luego del ser amado. Requiere de aceptación propia para poder ser aceptados por el otro y a aceptar a otro, de amarse uno mismo para poder ser amados y saber experimentar amor por otros. Exige ver más allá de lo evidente y ver las potencialidades propias y las de el ser amado. Esto implica tiempo y energía, por eso le cuesta tanto a los seres humanos. Es mucho más fácil ver lo que todos ven y admiran y enamorarse de lo que ya es aceptado y admirado, total, si es bueno para los demás por qué no lo va a ser para mí. Pero para amar y mantener vivo el amor es necesario saberse un ser digno de amor por lo que se es en la esencia misma, por lo que se piensa, por lo que se siente, porque se es como se es y no por ser objeto de admiración impropia, porque en el ejercicio del amor se crece y se crean nuevas formas de amar, porque el amor no se apaga con la luz del conocimiento del otro, sino se enciende en la medida que se descubren nuevas cosas en ese ser y porque ese descubrir nunca se agota en el ser humano. Estar enamorado es bueno, pero amar es mejor.
Adriana Pedroza
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