Tuesday, April 18, 2006

LA PARADOJA DE LA EVOLUCIÓN O EL ERROR DE DARWIN

El acto de reproducción y formación de una familia es, sin duda, sumamente costoso y no sólo en lo referente a recursos materiales. Tener un hijo implica una importantísima inversión de tiempo, energía, paciencia, conocimiento y amor. Contrario a muchas otras actividades que pueda desarrollar un ser humano, la paternidad no tiene ninguna garantía de éxito; más aún, el éxito no es medible, el fracaso es más evidente. De hecho, padres y madres suelen pensar que están haciendo un buen trabajo en la crianza de sus hijos hasta el momento en que se presenta una crisis y con ella la pregunta: ¿en qué fallamos?.

Aunado a lo anterior, los efectos de la crianza y la formación de un ser humano tiene un efecto multiplicador. Las personas transmiten al mundo lo que son, lo que sienten, lo que les afecta. Las fortalezas de los seres humanos, su amor, su estima y todo lo bueno que existe en cada individuo tiene siempre algún grado de incidencia en su entorno; pero también la frustración, el odio, el resentimiento y la tristeza de cada uno afecta a la sociedad en que vive. En mayor o menor grado, lo que cada niño recibe en el núcleo familiar lo sembrará en el camino que le toque recorrer y afectará, positiva o negativamente, a las personas con quienes tenga contacto. Este proceso se lleva a cabo de manera conciente o inconsciente, pero de facto ocurre y es este proceso de transmisión lo que hace que los problemas individuales se transformen en problemas sociales.

El ejercicio de la paternidad (maternidad) supone entrega, dedicación y amor. Se trae un hijo al mundo, pero de alguna manera se trae un mundo en cada hijo, pues los valores y enseñanzas que cada ser humano recibe en su educación, determinarán el futuro de la humanidad.

Lo anteriormente expuesto me lleva a pensar que, previo al ejercicio libre de la reproducción, debería existir un grado mínimo de preparación psicológica y económica, a fin de sentar las bases de la creación de un nuevo ser. Las personas, en el momento que deseen tener un hijo, deberían limpiar el terreno psíquico para evitar las transferencias de patrones y paradigmas familiares y sociales indeseables, tales como culpabilidad, agresividad, melancolía, manipulación, entre otros tantos. Hay personas de carácter violento que son incapaces de someterse a una terapia psicológica antes de pensar formar una familia, así como las hay de carácter melancoloide o depresivas, con manías de persecución o adicción al estrés, que no piensan en la influencia que van a tener sobre una personita que va a depender absolutamente de ellos, cuyo comportamiento será definido por las oportunidades que se le presenten para obtener el amor de sus padres. En fin, toda persona que desee lanzarse a la aventura e traer un hijo al mundo debería preguntarse si está preparado para ello y qué clase de formación va a darle a esa nueva vida.

Charles Darwin sostenía que, en el proceso de evolución de las especies, los más aptos sobrevivirían y los menos aptos desaparecerían. Pero, si observamos a la raza humana, ¿quiénes son los más aptos? ¿aptos para qué?.

Podría suponerse que una persona preparada intelectual, psicológica y económicamente es más apta que otra, que no posee dicha preparación, para traer hijos al mundo. Empero, la realidad nos dice algo totalmente distinto. Las personas con mayores recursos (emocionales, intelectuales, económicos y psicológicos), tienden a tener un número de hijos menor que las personas cuyos recursos son más limitados. La razón de ello, a mi entender, es que el costo de oportunidad del tiempo es mayor en la medida que las personas son más "ricas", aunado al hecho - o al supuesto- que tienen conciencia de la importancia de la labor que desarrollan como padres y saben que a menor número de hijos mayor será la atención que puedan proporcionarle a cada uno.

Existe un hecho alarmante para el mundo, el número de personas con niveles de preparación aceptables para la paternidad, que además están dispuestas a ser padres, se está reduciendo preocupantemente. Estudios científicos han venido señalado que el gen que produce rubios podría desaparecer en unos cuantos años, debido a que la tasa de natalidad en los anglosajones es cada vez menor. Mientras que, por su parte, los negros y los latinos se reproducen a una tasa creciente. Con esto no quiero afirmar (sólo para no crear polémica) que los rubios son más aptos que los negros para educar correctamente a los hijos, pero la realidad es que los indicadores de desarrollo y bienestar en Europa son siginicativamente superiores que los de África o América Latina, por ejemplo.

Vuelvo a la pregunta, ¿quién es más apto? ¿el que tiene las condiciones para criar adecuadamente a un hijo o el que puede adaptarse a vivir en condiciones infrahumanas?. ¿Son los pobres más aptos porque pueden sobrevivir con menos recursos que los ricos?. De ser así, ¿qué clase de mundo nos espera?. Podemos observar, sin ninguna dificultad, que los pobres suelen tener más de tres hijos, que las mujeres de menores recursos empiezan a tener hijos en edades que se suponen de preparación, de formación. En Latinoamérica, por ejemplo, las mujeres tienden a perseguir el objetivo "familia" desde muy jóvenes, trátase de un complejo social, a los treinta ya se debe estar casada y con hijos. No obstante, la preparación a la que hacía referencia en los párrafos anteriores, no constituye un elemento de análisis y, mientras más pobre son, más pronto se lanzan a la aventura de la maternidad. ¿Coste de oportunidad?, puede que sí, quizá la gente pobre siente que no tiene nada que perder trayendo un hijo al mundo, pero no se preguntan cuánto daño pueden hacerle a un hijo por su escasa preparación para asumir tal responsabilidad.

Esto no implica, de ninguna manera, que a mayores recursos económicos mayor es la capacidad para ser padres. La riqueza a la que he hecho referencia va mucho más allá de lo material; es la riqueza de espíritu, la riqueza de amor, la capacidad de entrega, la capacidad de asumir la responsabilidad de ser creadores de una vida y de hacer hombres libres para forjar un mundo libre. Es la ausencia de mezquindad en tiempo, amor, comprensión y libertad y saber que ese ser, que un día fue uno con la madre, tiene vida propia y será, asimismo, creador de mundos.

En la medida que se eduque a las personas para que desarrollen la capacidad de conocerse a sí mismas, amarse y respetarse, en la medida que se enseñe que la maravillosa experiencia de la maternidad y la paternidad trae consigo una serie de responsabilidades ineludibles, en la medida que se haga valioso el tiempo y la vida de las personas, creo que serán menos los hijos "pobres" y habrá más gente realmente apta para poblar el mundo. Quizá esta reflexión sirva también a quienes teniendo tantas capacidades y tanta riqueza para compartir, no se terminan de sentir nunca preparados para formar hogares y contribuir a poblar el mundo de hombres aptos.

Adriana Pedroza

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