Mientras selecciono qué escucho y me debato entre una ópera de Haendel y la Sinfonía N° 25 de Mozart, pienso en mi propia melancolía, que me asalta de a ratos cuando paso mucho tiempo en contacto con la gente. Y veo con cierto aire de graciosa admiración lo profundamente deprimida que me puede hacer sentir ese contacto humano que tanto gusta a las personas. Nace allí, justo del lado izquierdo del pensamiento, calladita, en posición fetal junto al rincón, una preguntita tan reveladora como inspiradora ¿qué es el contacto humano?
Opto por una selección variada de música académica que se inicia con el Confutatis Maledictis del Réquiem de Mozart...y sonrío, otra revelación, otra fuente de inspiración divina. Una copa de vino tinto para acompañar el dulce pecado de pensar, de creerme por encima de un mundo humano, demasiado humano, que ni siquiera sabe qué es el contacto humano y lo reducen a encuentros de cuerpos sin alma que establecen su relación entre ellos limitada por la caparazón, constreñida a un puñado de repeticiones nada selectiva, de ideas nada novedosas. Relaciones de no pensar, de no acercarse mucho, de mantener las distancias emocionales, intelectuales y afectivas, dejando todo flotar en la superficie turbia de lo que se supone correcto, sin saber muy bien por qué se supone que aquello que todos suponen está supuestamente bien. Supuestos que van y vienen sin ser sometidos a la rigurosidad del pensamiento o, al menos, a la impulsividad de las pasiones. ¿Por qué no mejor mandar todo a la porra y comenzar a construirse una estructura propia? ¿Por qué no al menos pensarlo y pasarle el tractor de la interrogación a algunos dogmas?
Un vino de cuerpo mediano mal descorchado y Barcarolle de Offenbach... tampoco allí tuve suerte, aunque regularmente me sea indiferente el primero cuando el error es mío y me agrade el segundo cuando estoy romántica, esta noche de retiro a mi lugar sagrado, a mi pensamiento, necesito algo con más cuerpo, al menos en cuanto a lo que mis oídos llevan al cerebro, pues los vagabundos se han vuelto tan poco selectivos que andan escuchando cualquier cosa de cualquier gente y el pobre cerebro –creyéndose siempre una divinidad griega- se queja y le dice “dejate de andar trayendo mierda al altar”. Mejor Beethoven, sí, Pastoral, primer movimiento, la tormenta...bendito Dios que nos trajo a Beethoven y lo colmó de genio, de pasión, de fuerza... ya no hay gente como él, y si las hay ¿por qué no las hallo?
Estoy buscando espíritus creadores, almas nuevas, llenas de energía, desbordantes de pasión. Trato de encontrar un interlocutor que suene como una sinfonía de Beethoven, una ópera de Wagner o un Réquiem de Mozart; pero sólo encuentro gentes baladas pop, gente salsa, merengue, gente guaracha, los menos y más atrevidos apenas llegan a gente adagio; pero los adagios no implican allegro con brío, por eso todo es tan efímero como el corto tiempo que implica un movimiento orquestal; porque el adagio será siempre –aunque profundo- suave y pausado, mientras que la gente sinfonía pasa del adagio al allegreto, tiene un forte y luego un pianissimo, y hasta los adagios salen corriendo a la segunda entrada de la orquesta completa... es muy intenso para ellos.
Estoy buscando gente que me haga sentir como si estuviera leyendo a Nietzsche, a Dostoyevski, Marx o Hayek, pero sólo encuentro gente Deepak Chopra o Coelho, gente autoayuda, gente revista barata... estoy buscando un cronopio y sólo encuentro famas. Y que aburridos son los famas, que correctos, ¡vaya modales! De lejos parecen impecables, pero vistos a través de la lupa del pensamiento ¡lucen tan desaliñadas sus costumbres!. Y hasta los más osados se quejan del mundo, pero se conforman; esa inmensa masa que es la mayoría, no puede alcanzar a darse cuenta de mal que están, porque resulta tan fácil convencerles que están bien o, al menos, que pudieran estar peor. Y nadie piensa, eso está fuera de moda, sólo repiten fórmulas para “ser positivos”, como si ser optimistas fuera un logro ¡Se necesitan pesimistas con fe para cambiar al mundo! Los optimistas sólo esperan que las cosas cambien por sí solas.
Cada vez que hablo con ellos, cada vez que me veo obligada a interactuar, me asusto de tanta y tan profunda pequeñez de espíritu. No veo una sola idea propia, una sola pasión que les pertenezca a ellos y a nadie más. Una preocupación original, una línea que lleve a un punto donde se hallen parábolas, hipérbolas, tangentes, cosenos ¡lo que sea, pero que se halle algo más que un vacío!. Hablar con uno es casi lo mismo que hablar con veinte, todos dicen lo mismo, todos se comportan igual, hasta en los pecados se asemejan, ni en las faltas son originales.
Todos tan iguales, en pensamiento, palabra, obra y omisión. Si al menos tuvieran la humildad de sentirse lo suficientemente grandes para cambiar el mundo, si tuvieran la grandeza de saberse solamente administradores de los recursos de Dios y entender que todas sus virtudes le son tan ajenas como el canto al viento, y que sin embargo canta la mejor canción jamás escuchada por oído alguno. Pero no pueden saberse nada porque ellos sienten que no son nada, son un punto en el infinito, un corcho en el océano, una hoja de otoño en medio de un tornado. Mientras Yo, siento que soy EL punto del infinito, el corcho que por la acción de la teoría del caos es capaz de crear un tsunami, la hoja que en medio del tornado resalta sus colores únicos y brilla. ¿Arrogancia? No, Yo prefiero llamarlo Fe.
Estoy buscando un alma única, distinta a las restantes almas conocidas hasta hoy, con quien al menos pueda sentir que vale la pena levantar los ojos de un libro para sumergirme en la profundidad de sus palabras, un alma que me rete a pensar más allá del bien y del mal, que me invite a escribir nuevas prosas y me inspire a pensar más, cada vez más cómo es que voy a hacer para cambiar el mundo. Y luego de un tiempo, que nunca sé cuánto será, leeré esto y pensaré “la encontré, sí existen almas únicas”.
Adriana Pedroza
1 comment:
"y si las hay ¿por qué no las hallo?" lo mismo me pregunto yo, ¿será que existen? entre tantas personas vulgares existira alguien que por lo menos tenga la inteción de apreciar una buena idea, y poniendo un poco más exigente, de parir una buena idea, un gran pesamiento, algo que te pare en seco y te haga preguntarte "cómo fue que no se me ocurrio antes". Pero solo encuentro conversaciones vacías, monótonas y lejanas de algún sentido, lo único que busco es alguien con quien pensar, que dude de lo que existe, que dude de lo común, que dude de lo que parece normal.
Siento citarte en cada comentario, pero es que sueltas frases que hacen pensar, un saludo.
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