En un artículo anterior comentaba acerca de lo estresante que resulta en las sociedades latinoamericanas el vivir de la apariencia; pero en ese artículo me limité al plano material, que ocupa buena parte de la vida de cualquier individuo. No obstante, por lo que puedo observar, la necesidad de apariencia en la sociedad no se limita a lo físico, sino que invade el plano de las emociones, de los sentimientos y del pensamiento.
Estamos acostumbrados a vivir en una sociedad donde expresarse es arriesgarse al rechazo social; sentir y expresar un sentimiento puede convertirse en el peor obstáculo en el camino de una persona, porque se espera de los individuos que oculten sus emociones y disfracen sus sentimientos hasta que llegue "el momento preciso", que en verdad nunca he sabido cuál es.
Si usted se enamora, la manera más fácil y rápida de perder a la persona que ama es manifestándole sus sentimientos. Se supone que usted debe hacerse el indiferente, no estar disponible cada vez que esa persona lo llame. Aunque se muera de ganas por llamarle, no lo haga, debe darse bomba para que el otro no piense que usted está desesperado por verle. Pero cuidado, si abusa del látigo de la indiferencia el otro podría pensar que usted no está interesado y quizá termine perdiéndolo. Tiene que estar atento a todas las señales para saber cuándo jugar, qué piezas mover; debe aprender a ser un maestro en el arte del tira y encoge. Yo me pregunto ¿esto no es demasiado estresante? ¿No se supone que las relaciones de pareja deberían hacernos sentir más libres, cómodos y felices?
En el plano laboral, usted no debe dejar que se note demasiado que disfruta su trabajo, porque podrían abusar de ello. Si le ofrecen un puesto de trabajo no lo acepte de inmediato, diga que lo va a pensar, no vaya a ser que lo noten demasiado interesado y pierda la oportunidad de que lo ofrezcan más dinero "porque usted debe ser muy importante para darse tanta bomba". Pero de nuevo, esté atento a las señales, debe ser como un zorro en plena cacería, no se de más importancia de la debida porque podrían terminar ofreciéndole el puesto a otro. Nuevamente, a mí me parece demasiado estresante decir no cuando quiero decir sí, me parece que el trabajo debe ser una actividad de desarrollo intelectual que le permita al hombre ser creador, sentirse pleno, sentirse feliz.
De sus ideas ¡ni hablar! Es mejor que se guarde lo que piensa, no vaya a ser que sus pensamientos espanten a las personas que lo rodean y usted termine siendo un paria social porque piensa distinto a la mayoría, porque puede que lo señalen de rompe grupo, que lo saquen del altar donde lo tenían. Se supone que usted debe comportarse, pensar y sentir según la percepción que la sociedad tenga de su persona. Debe estar atento a las señales de su grupo social, para saber cuándo tiene luz verde para ser original y cuando debe callar y aplaudir a quien esté disfrutando de la atención de la mayoría.
¿Cuánto tiempo valioso para amar, compartir, crear y pensar se pierde mientras se está jugando a las caretas? ¿Cuántas personas e ideas maravillosas se han perdido en la vida de muchas personas sólo porque estaban demasiado evidentes? ¿Por qué a los seres humanos pareciera resultarles tan atractivo el rechazo? ¿Será que el miedo a no tener lo que se desea puede más que el deseo mismo de lograr algo importante?
A mí, particularmente, me parece patológico que los seres humanos se gasten la mitad de sus vidas tratando de ocultar lo que son, lo que sienten, lo que piensan, y la otra mitad cazando el momento preciso para expresar eso que ocultaron antes. Pero también observo que no son conductas aisladas de algunos sujetos, son el resultado de experimentos individuales, de ensayo y error, en los que los seres humanos han descubierto que fingir es una estrategia valiosa cuando se quiere conseguir una meta, porque quizá nadie esté de acuerdo, pero la mayoría reacciona positivamente a esta conducta tan autodestructiva. Quizá usted no se haya dado cuenta de que actúa así, quizá no lo haga y si es así lo felicito, pero observe a su alrededor, escuche a quienes tiene cerca, podrá darse cuenta de lo ocupadas que están las personas ocultándose detrás de las apariencias de importancia: en el trabajo, con los amigos, con la persona que les atrae. Observe bien su entorno y fíjese cuántos de los que conoce viven la angustia de no dejarse ver, de "retocarse el maquillaje", de acomodarse la careta.
Puede que la patológica sea Yo, pero todavía pienso que mi mayor riqueza es lo que llevo dentro de mí: mis ideas y mis sentimientos. Yo pienso que al negarlos me niego a mí misma y, adicionalmente, me someto a un estado de ansiedad y estrés que me consume demasiado tiempo y energía, recursos indispensables para hacer cosas más útiles que cazar momentos precisos para ser quien soy y decir lo que pienso y siento.
Yo tengo la idea loca de que si la gente perdiera menos tiempo en juegos psicológicos este mundo sería un lugar mucho más agradable para vivir, y quizá muchos de los problemas reales podrían resolverse de una manera más sencilla, porque habría más tiempo para ocuparse de asuntos trascendentales, en lugar de preocuparse por crear y resolver problemas imaginarios.
Adriana Pedroza
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