"Los débiles y fracasados deben perecer, ese es nuestro axioma capital de amor al hombre. Y hasta hay que ayudarlos a perecer".
Esta es, sin lugar a duda, mi sentencia favorita de Nietzsche, que me ha valido la antipatía de muchos y el calificativo de nazi por otros más. Sin embargo, más allá de pecar tratando de interpretar al gran filósofo alemán, hoy quisiera compartir con vosotros aquello que me gustaría a mí interpretar de esta fascinante frase, mis humildes reflexiones acerca de un tema que ha sido manipulado durante tantos siglos y por tantas personas, me refiero a la compasión. De estos temas suelo escribir para discutir con tan sólo cuatro personas, pero considero que el devenir de la humanidad exige que todos confrontemos los paradigmas que por años han signado nuestro comportamiento social, es por ello que hoy abro las puertas a todos para repensar la compasión, ese tan "elevado" don que enaltece a quienes lo demuestran y denigra a aquellos que lo carecen. Una advertencia final antes de seguir, si usted va a continuar leyendo estas líneas trate de desprenderse de sus prejuicios en torno a mi persona y al tema, procure reflexionar y no reaccionar antes de terminar.
Nosotros, los criados bajo la influencia de las religiones judeo-cristianas, hemos crecido con la creencia de que Dios es compasivo y misericordioso y, como somos hechos a la imagen y semejanza de ese Dios, debemos mostrar compasión hacia nuestros hermanos que sufren penurias. Más concretamente, la religión Católica enaltece la pobreza y la debilidad, pues según la interpretación que se ha hecho de los Evangelios, el mensaje que nos ha llegado siempre es que los pobres y los que sufren son bienaventurados porque de ellos será el Reino de los Cielos. Quiero aclarar de entrada que hasta ahora pertenezco a esta religión aunque ello no suponga silencio ante mis desacuerdos e ciertos temas, porque estoy definitivamente en contra de la exaltación de valores que a lo largo de la historia de la humanidad no han hecho más que encadenar el pensamiento del hombre e impedirle evolucionar en el conocimiento de sus verdaderas potencialidades.
Según el diccionario de la Real Academia de la lengua Española, la compasión se define como sigue: Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Si Yo veo con lástima a una persona que atraviesa una etapa de infortunios, no lo estoy viendo como un semejante, no veo a un prójimo. Al contrario, lo veo como alguien inferior, como un necesitado, un desvalido. Al ayudar a alguien bajo esa óptica, en realidad no le estoy tendiendo mi mano, porque sólo se le tiende la mano al prójimo, al igual, a quien está bajo la Gracia de Dios como Yo. A esa persona, a quien se ve con lástima, se le da una dádiva para aliviar temporalmente su dolor, con la certeza de lo pasajero del alivio, creyéndonos buenos, nobles y misericordiosos porque le dimos una palmadita en la espalda a ese pobre infeliz que vive en desgracia. Eso no es una ayuda real, eso es limosna, eso es ver al otro por debajo de uno y enaltecerse a sí mismo por ejercer la misericordia como canal de acumulación de puntos para ir al cielo. Eso no es más que hipocresía, y de la peor, porque además de utilizar al desvalido para limpiarse la conciencia de la verdadera indiferencia ante la desgracia ajena, se alimenta la dependencia y la debilidad de los demás, no se ayuda al otro a salir de la situación de precariedad, apenas se le da lo suficiente para que crea que no está del todo desamparado, que hay gente buena que lo ayuda a sobrevivir el día a día, sin saber qué será de su mañana, esperando a que alguien se apiade de él para poder llegar al final del día. Lo único que se logra con esa "compasión" es alargar la agonía del débil, es fortalecer su sentimiento de inferioridad y de dependencia hacia los demás.
Desde que tenía como cuatro o cinco años, he visto las fotos de los niñitos etíopes con sus enormes barrigas y sus delgados cuerpos, con las moscas paradas en sus caras y sus ojos tristes. Desde muy niña escucho que la Cruz Roja y otros organismos de ayuda humanitaria piden al mundo su cooperación para llevar alimentos y medicinas a Etiopía y eso me hacía suponer que por esas tierras todo era desierto e inhóspito. Hasta que hace algunos años me pregunté ¿qué pasaría si el resto del mundo deja de enviar ayuda a Etiopía y que ellos se las arreglen como puedan?. Ya sé lo que están pensado "maldita nazi". Pensemos por un momento en esa alternativa tan radical, seguramente muchos se morirán, de eso no me cabe la menor duda; pero también es cierto que muchos buscarán la manera de sobrevivir y conseguirán alternativas para su progreso personal, porque la naturaleza del ser humano no es conformista, el hombre siempre busca su mejoría y la compasión lo único que logra es mutilar el instinto de superación del hombre y lo ata a una pequeña cadenita de comodidad temporal, lo convierte en un animal doméstico y cercena sus fuerzas para adentrarse al mundo en busca de una vía alterna, sólo le da la facilidad de tener la comida eventual sin necesidad de ir a "cazar" y al cabo de un tiempo se le olvidarán las artes de la cacería. Si el primer mundo estuviera realmente interesado en Etiopía, hace años les hubiesen enviado personas que los educaran para valerse por sí mismos, que los enseñaran a producir, a crear, a pensar. No se hubiese detenido el envío de alimentos, es cierto, pero al menos hoy los etíopes sabrían construir canales para surtirse de agua.
Venezuela es un gran ejemplo de compasión y misericordia. Aquí los pobres se sienten tan bienaventurados que ahora existe una tarifa mínima de limosna, so pena que el mendigo te insulte en plena calle. Ya los limosneros tienen estudiado y sectorizado el mercado, saben mejor que Datanálisis cuáles son las zonas donde vive la gente de mayores ingresos, saben mercadear su desgracia y la de sus conocidos. Cuando crecen, esos pequeños que utilizaban la lástima como herramienta para el logro de sus objetivos, saben que existe otra emoción con la que pueden lograr lo análogo y comienzan a utilizar el miedo. Los compasivos y misericordiosos, ayudados por las pésimas políticas de Estado, han contribuido a formar una generación tras otra de débiles y fracasados, de gente que siente que no tiene alternativas en la vida y que depende de la suerte y de quienes lo rodean para poder sobrevivir. La mayoría de la gente de este país, y del mundo en general, sólo sobrevive, sólo emplea limitadamente sus capacidades humanas para llegar al final del día, sin pensar en la existencia de un mañana, porque para ellos no hay mañana. Lo más preocupante es que es justamente esta gente la que se reproduce con mayor rapidez y a la que los compasivos ayudan a reproducirse en el nombre de Dios.
¡Cuán distinto sería el mundo si lográsemos ver de otra manera a quienes nos rodean!. Yo sí creo que los débiles y fracasados deben perecer, pero, muy al contrario de ser esta la posición de una nazi, es la creencia de quien ve en los demás seres humanos con capacidades que pueden y deben ser desarrolladas, que la privación y la desgracia son etapas temporales en la vida de esas personas quienes sólo necesitan oportunidades para lograr desplegar sus potencialidades. Los débiles y fracasados deben perecer en las conciencias de aquellos que ven al otro como un desvalido en lugar de apreciarlo como un ser humano que requiere de apoyo temporal para poder volver a andar por sus propias fuerzas. Los débiles y fracasados deben perecer porque son el instrumento favorito de los déspotas y tiranos que los manipulan para afianzarse en el poder, dejándolos cada vez más pobres y miserables.
Son demasiadas las personas e instituciones que creen que la compasión es un don y se jactan de ser buenos con los más necesitados y hasta gastan millones publicitando su bondad, atreviéndose incluso a llamarla responsabilidad social. La verdadera solidaridad con el necesitado no se publica, no se grita a los cuatro vientos, se lleva en silencio como un coqueteo escondido, con la satisfacción privada de haber hecho algo bueno. Nadie, que ayude a un amigo o a un familiar por amor, le dice a todos los conocidos cómo le tendió la mano cuando estaba hundido, porque la solidaridad entre las personas que se quieren es un secreto entre los involucrados y pertenece a lo más íntimo de la vida privada de cada uno. Así se manifiesta el verdadero amor al prójimo, con la confianza de que ese ser que uno quiere sólo está atravesando un mal momento y pronto se levantará otra vez.
Pero así como hay personas e instituciones que hacen de la caridad un negocio terrenal o celestial, afortunadamente también hay quienes ayudan de manera sincera a los más necesitados y les dan soporte en su momento de debilidad, les enseñan caminos para que puedan elegir otras formas de vivir y crean en ellos una visión de futuro, porque tienen fe en el ser humano y saben que tender una mano no significa asumir el peso de otro sobre sus espaldas. Hay personas e instituciones que, donde otros ven a un débil y les causa lástima, ellos ven a un ser con virtudes que necesita apoyo para su desarrollo en una crisis pasajera. La compasión perpetúa la crisis, la fe impulsa el ejercicio de las capacidades.
Dice Nietzsche en el Anticristo: "¿Hay algo más perjudicial que cualquier vicio? Sí, la compasión hacia los débiles y fracasados." Yo comparto la opinión de Federico y pienso que los seres humanos no deben ser merecedores de compasión, porque despertar lástima es quizá lo más denigrante que le puede ocurrir a un ser humano. La compasión es, a mi juicio, un sentimiento vil y despreciable, porque pone por encima del otro a quien manifiesta esa supuesta virtud y mutila al desgraciado haciéndole depender de los "buenos y justos". Para quien suscribe, el hombre no necesita del prójimo compasión, sino FE. Porque cuando se cree con verdadera fe en la capacidad del otro para superar el mal momento, no se le da un pedazo de pan para calmarle el hambre de hoy, sino que se le dan herramientas para que pueda valerse por sí mismo y se le brindan oportunidades para que se desarrolle en sociedad. Quizá se le de pan de hoy, pero no se le enseña a depender del entorno, ni se le corta la visión del mañana, se le enseña a buscar vías para labrarse su propio futuro y, sobre todo, se le enseña que existe un futuro.
Sólo cuando los seres humanos comprendan que los demás también son potencialmente triunfadores y que el éxito del otro no limita el propio; sólo cuando los seres humanos vean a las otras personas con fe y no con lástima, cuando logren ver verdaderamente a un prójimo, a un semejante, se entenderá que la educación y la formación de personas libres y pensantes es el camino para lograr ese mundo que todos dicen desear, pero que pocos trabajan para tener.
Los débiles y fracasados deben perecer, ese debe ser nuestro axioma capital de amor al hombre. Eduquemos al hombre para ser libre e independiente, demos oportunidades al hombre para que se valga por sí mismo y contribuya con su trabajo a la humanidad y estaremos ayudando a que los débiles y fracasados perezcan.
Adriana Pedroza
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