Aunque muchas personas lo ignoren, el ruido es un fuerte contaminante del medio ambiente, y sus efectos sobre la salud física y mental de las personas, así como sobre el valor de los bienes inmuebles, es un tema de necesaria reflexión.
La definición de ruido varía según quien lo defina. La Real Academia de la Lengua Española dice que es un "sonido desarticulado, por lo general desagradable." Algunas instituciones catalogan de ruido a cualquier sonido que sobrepase determinado nivel de decibeles (medida del sonido). Empero, el significado más realista que he encontrado de la palabra en cuestión es: todo sonido no deseado. Esta definición encierra la verdadera esencia de la problemática del ruido, porque se pone en evidencia el factor de irrespeto a los derechos fundamentales de las personas.
Si aún usted desconoce los efectos del ruido sobre el organismo sepa que diversos científicos y expertos que tratan la materia, y numerosos organismos oficiales entre los que se encuentran la OMS, la CEE, la Agencia Federal de Medio Ambiente Alemana y el CSIC Español (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), han declarado de forma unánime que el ruido tiene efectos muy perjudiciales para la salud. Estos perjuicios varían desde trastornos puramente fisiológicos, como la conocida pérdida progresiva de audición, hasta los psicológicos, al producir una irritación y un cansancio que provocan disfunciones en la vida cotidiana, tanto en el rendimiento laboral como en la relación con las otras personas. Entre las posibles consecuencias de la contaminación acústica se puede mencionar: interferencias en la comunicación, perturbación del sueño, estrés, irritabilidad, disminución de rendimiento y de la concentración, agresividad, cansancio, dolores de cabeza, problemas estomacales, alteración de la presión arterial, alteración de ritmo cardíaco, depresión del sistema inmunológico (disminución de las defensas del organismo), alteración de los niveles de segregación endocrina, vasoconstricción, problemas mentales, estados depresivos, etc.
Regularmente, cuando se habla de ruido, las personas tienden a asociarlo con el tráfico, las construcciones y otras situaciones en las que poca o ninguna influencia se puede tener como individuo. Más aún, el ruido genera en las personas una terrible sensación de vulnerabilidad e impotencia, la gente siente que no puede hacer nada. Sin embargo, si existen ordenanzas municipales para el control del ruido, los ciudadanos están en el derecho y en la obligación de exigir a las autoridades competentes el ejercicio del poder para el cumplimiento de las normas.
Caracas es una ciudad terriblemente ruidosa, pero pocas personas hacen algo por revertir esta situación. Desde las autoridades, por omisión, hasta los afectados, por su silencio cómplice, toleran el deterioro continuo de los espacios privados y comunes de los habitantes de la ciudad. Si una persona sube el volumen de su música más de lo debido y perturba a su vecino, este individuo debe recibir un llamado de atención y una sanción por reincidencia. Pero si el vecino calla, porque asume que nadie va a hacer nada, el desestabilizador no solamente continuará haciendo ruido, sino que cada vez lo hará más seguido, porque sus actos no tienen consecuencias para él.
Los comerciantes, formales e informales, también suelen ser contaminadores sónicos, y los afectados suelen ser cómplices de los reiterativos abusos por parte de estas personas. Sorprendentemente en Caracas hay decenas de camiones de diferentes tamaños que se pasean por la ciudad con un altoparlante vociferando sus productos y precios, creando un ambiente hostil para quienes deben padecer el paso diario de estos sujetos que van creando caos a su paso, sin importarles la existencia de escuelas, hospitales, ambulatorios, cuya actividad diaria se ve afectada por la interrupción de una voz que grita frutas y precios.
Si a eso le sumamos que las aceras de Caracas están llenas de buhoneros, que cada uno de ellos tiene puesta una música diferente a un volumen obsceno; que casi todas las urbanizaciones caraqueñas tienen un barrio cerca al que entra un camión que reparte el gas y llega golpeando las bombonas con un objeto metálico; que en Caracas la bocina del auto se usa para saludar, para avisar que se está llegando a un sitio, para insultar, para presionar al conductor que está adelante; que los conductores caraqueños se empeñan en compartir su "música" con toda la ciudad; que algunas personas prefieren comunicarse a gritos desde lugares distantes en lugar de usar el teléfono o el intercomunicador...Caracas es una ciudad embrutecedora, agobiante y enfermiza.
Quizá usted sienta que se pasa el día cansado, que su rendimiento ha mermado; puede que haya notado que su hijo esté presentando problemas de concentración y esté sacando malas notas; quizá observe en algunos miembros de su familia una irritabilidad permanente. No se culpe, no salga corriendo a comprar vitaminas, no crea que su hijo es bruto, puede ser que -sin usted saberlo- el ruido esté haciendo mella de su salud mental y la de su familia.
Aunque no lo crea, la solución puede estar en sus manos. No se conforme con decir "¿y qué va a hacer uno?"... por favor, nunca diga eso, porque siempre se puede hacer algo. Lo primero es denunciar y hacer seguimiento a sus denuncias. No se limite a quejarse con sus conocidos, diríjase a quienes tienen en sus manos el deber y el poder para hacer cumplir las normas, apoye a quienes tratan de hacer algo para mejorar su entorno, únase con sus vecinos y ejerza presión para que sus derechos sean respetados. Y no olvide revisar su propia conducta ciudadana, no se convierta usted en un agente contaminante.
Finalmente, las policías municipales y las alcaldías, están en la obligación de hacer cumplir las normas que regulan la contaminación de cualquier tipo. Todos tenemos derechos, a estudiar, a leer, a descansar, a escuchar música, a hacer fiestas; pero los derechos de una persona no pueden violentar los derechos de otros. Es más fácil controlar los excesos a tempranas horas del día que en la noche, pues en la medida que corre el tiempo las personas beben y se dificulta el razonamiento lógico.
Nunca es tarde para empezar a ser y hacer buenos ciudadanos, y para ello se necesita la participación de todos. La solución a este, y otros problemas similares, depende de la acción coordinada de ciudadanía y autoridades, denunciando y dándole respuesta a las denuncias. Para que Venezuela sea un país bueno para vivir se necesita de ciudadanos buenos que lo habiten.
Adriana Pedroza
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