Thursday, April 20, 2006

Historias desde un tablero

Historias desde un tablero.

I

Venía de un largo no sé qué, lo que sé es que no estaba y de repente estuve. Pero el estar no me garantizaba el ser, a menos que estuviese muy arriba (eso creen todos). De golpe un caballo me saltó por encima y aplastó a un pobre peón y su posición amenazaba a una torre y a la reina. No hice nada, no entendía de qué se trataba, pero en el tumulto que se formó, me dieron un empujón tal que acabé con el caballito, de quien luego supe que tenía familia y se pensaba retirar a vivir al campo luego de esta batalla.

Seguí sin entender qué hacía sobre ese cuadro blanco, sin un color definido, ni blanca ni negra, sin rango ni cargo ni directrices, sólo yo. En un momento que no recuerdo muy bien, estaba en medio de un alfil que amenazaba a una torre negra, se miraban con odio y miedo, pero nada podían hacer porque yo estaba allí, seguramente pensando alguna bobería o comiéndome un helado... o quizá pasando alguna resaca de vino. Un peón me amenazó y no tuve más remedio que matarlo, no quería hacerlo, pero era su vida o la mía, y creo que aún valgo más que un peón. Es más, creo que valgo más, mucho más que sus putísimos reyes y reinas, que sus torres sumadas con todos sus ejércitos, sí, valgo más.

Yo quizá estaba jugando algo como bingo o ludo, puede que yo sea una ficha de un ludo, de colores, de formas planas, algo más simple, más dependiente del azar que de mí misma. Y es que quizá me aterra la idea de depender de mí misma. Pero estoy en el tablero de un juego de estrategias y yo salí del cuarto dejándolas todas dobladas en alguna gaveta, no sé de estrategias, no sé de ataques, apenas vivo porque lo único que sé es pensar y, dijo un tío muy listo un día, pienso luego existo.

Lo cierto es que aquí estoy y me tocará planearme algo, al menos una defensa. Me moveré con cuidado de no matar a nadie en mi camino, de no obstaculizar los movimientos de otros, de no servirle a nadie por azar. Me cuidaré de que nadie me convenza en alistarme en su ejército, de que no me embasuren la cabeza con ideologías, de seguir siendo yo, plana y simple.

II

¿Jaque mate? No, disculpe, yo sólo pasaba por aquí porque la otra vía estaba demasiado congestionada. Al parecer ha habido un accidente donde murieron varios peones y una reina. ¿Colores? No lo sé, ¿acaso importan? son, con o sin colores son... o mejor dicho, eran, porque han muerto.

Podría perdonarle la vida, mi intención no es acabar con nadie, como le dije, sólo pasaba y me detuve a descansar porque llevo zapatos altos y me matan y, la verdad, nunca pensé que pudiera acabar con un Rey sólo por estar. De veras, puedo moverme hacia otro lugar y así usted ocuparía mi espacio y... tiene razón, ya está muerto, saberse derrotado es su forma de morir. ¡Vaya, cuánto orgullo!

Perdone que le moleste con mis pensamientos en estas horas oscuras, pero yo suelo no dejar pasar segundas oportunidades. De hecho, a veces siquiera existen en realidad y yo me las invento como una manera de vivir. Y no es que le tema a la muerte, al contrario, me parece que la muerte es el camino más fácil y cómodo, no hay que seguir luchando, no hay que esperar nada, y créame, para mí lo peor que tiene la vida es esperar. Esperar una llamada, una respuesta, un visto bueno, una aprobación... esperar, esperar, es horrible. A veces pasa lo que uno desea, pero a veces no. Pero ni en uno ni en otro caso se termina todo. En la vida todo es un nuevo comenzar... y comenzar tanto y tantas veces a mí me cansa. ¿No se podrá uno tomar unas vacaciones de la vida? ¿será que para eso dormimos? Pero no, hasta dormidos el inconsciente trabaja, y entonces soñamos y despertamos preguntándonos ¿qué querrá decir este sueño?. Pero incluso con lo cansona que de a ratos se pone la vida, si me dieran la oportunidad de elegir entre vivir y morir, creo que elegiría la primera, porque no quiero que mañana se diga que morí como una cobarde, que me rendí, que no quise seguir. Por eso quiero morirme de golpe y porrazo, sin tener el chance de volver.

¿Se va? No, no se preocupe, nunca lo he visto, jamás me he tropezado con usted. Igual yo no soy de por aquí. Me perdí y caí en este tablero, no quisiera ser responsable de la muerte de un Rey, no me gustan las responsabilidades. Le deseo suerte, procure salidas pacíficas...¿son posibles las negociaciones en el ajedrez?.

III
Primero lo leí. Conocí sus ideas, conocí los autores a los que lee, supe que piensa, y me gustó. Luego vi su imagen en fotografías y, debo admitir, me gustó más. Pero cuando lo conocí, cuando hablé con él y sentí su voz dirigiéndose a mis oídos, cuando lo vi a los ojos y me cautivó con su mirada, cuando sentí el roce de su mano a veces en mi mano, otras veces en mi pierna, así como inocente y pícaro a la vez, supe que entraría de inmediato a mis fantasías.
Pero había más. Él, filósofo, pensador, postnihilista, amante de la búsqueda interna, del encuentro con la naturaleza desnuda de los seres humanos, promulgador de la voluntad irresistible, podría ser algo más, mucho más que una fantasía vaga; eso pensé, y comencé a desvestir mi Yo sin temor. Porque no era como los demás, era un filósofo y con los filósofos –pensaba- se puede hablar desnuda.
No necesitaba estrategia, el tablero de ajedrez estaba allí, como siempre está; las piezas estaban ordenadas y las estrategias estaban de más. Juguemos, como nos salga, juguemos sin el peso del pasado, juguemos con los ojos cerrados y la mente abierta. Así, movimos los primeros peones para abrirle paso a las piezas más valiosas, a las que gozan de mayor alcance. Expongamos sin miedo los caballos, las torres, los alfiles.
Descuidé muchas piezas cuando le dije lo mucho que me gustaba, le regalé mi Reina cuando le confesé que podría llegar a enamorarme de él. Sintióse halagado y me dio alguna razón que no logro recordar que me hizo entender que, al menos ahora, el tiempo no es el correcto. Me dejó su juego al descubierto al contarme sobre su reciente fracaso amoroso. Perdió un par de peones, un alfil y ambas torres; descalifiqué de forma analítica su relación y sus sentimientos. La filósofa se comió al amante y lo escupió a un lado.
Al llegar a la puerta de mi casa nos besamos, Yo pensaba que el juego seguía, aún nos quedaban piezas, aún quedaba mucho juego por jugar. Le escribí una carta hermosa, haciendo acto de contrición por haber opinado sobre sus sentimientos, con algo de humor, algo de coquetería infantil, algo de filosofía y mucho de mí. Expuse el Rey, quité las pocas piezas que lo protegían y le envié algunos poemas escritos por mí, donde me muestro sin ropas, sin piel, con el alma en cueros. Esperé su próxima jugada, pero nunca regresó al tablero, aún están las piezas como quedaron la última vez que lo vi. El Rey sigue allí, esperando a que grite ¡jaque!. No se oye nada, hay más silencio que en una tumba, las piezas perdidas y las ganadas se llenan de polvo mientras miran de un extremo al otro a ver si aparece el jugador que se retiró sin aviso.
No quiero retirar las piezas aún, no quiero dar por finalizado un juego que apenas comenzaba y se vislumbraba excitante, no quiero perder un juego sin que haya jaque mate... Al final del día, lo único que puedo decir es que tampoco los filósofos juegan desnudos.

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